Los clichés poco le importan a Isaac de Loza Hernández. Si su vestimenta o forma de hablar incomodan, para este reportero es un halago. Si en algún momento fue considerado pandillero, él lo celebra al recordar la habilidad que ha desarrollado en el arte de hacer preguntas exactas y concisas a funcionarios que prometen bienestar y crecimiento en una metrópoli, como la tapatía, azotada por el crimen y el desdén de las instituciones.
Hace 12 años, Isaac de Loza comenzó su andar en la prensa escrita en el periódico “El Informador”, donde ha transitado por diversas etapas de aprendizaje que cada vez lo enamoran más del periodismo, de la confrontación inteligente que un reportero debe realizar cuando las estadísticas no coinciden con los discursos gubernamentales, cuando alguien decide quitarse la vida ante el abandono social.
Creyente de la importancia que tiene la llamada nota roja, Isaac de Loza defiende esta voz del periodismo que, desde su perspectiva, es de las más nobles, riesgosas y crudas para retratar las realidades de la calle y las fallas del sistema político.
Su infancia deambuló en El Fresno, una de las colonias con altos índices de violencia e inseguridad en Guadalajara, sin embargo, pese a ser testigo, como tantas otras personas, de crímenes y situaciones que arrebatan vidas y destruyen familias, la ilusión por ser reportero algún día surgió allí.
Isaac poco habla del Premio Jalisco de Periodismo que llevó su nombre en 2018 en la categoría de reportaje, él prefiere hablar de la protagonista de esa historia que lo conmovió con coraje y lo llevó hasta el SEMEFO, a la policía y a docenas de entrevistas para comprender qué fue lo que ocasionó que “Sol” apagara su luz y las de sus hijos en un grito desesperado por salir adelante.
Norma Gutiérrez (NG): ¿Cómo nació tu interés por los medios de comunicación?
Isaac de Loza (IDL): Sin saberlo ha sido una profesión que he cargado toda mi vida. Desde muy chico comencé a leer historietas como “Condorito”, de lucha libre y cuentitos que compraba mi mamá en el mercado de la colonia El Fresno, desde entonces me gustó leer. Cuando estaba la revista “Club Nintendo”, yo empecé a interesarme más por los videojuegos y decidí complementar mi gusto con lecturas del tema. Así me interesé muchísimo por el periodismo escrito.
Me gustaba mucho leer y en algún momento comencé a hacer mi propia revista escribiendo los trucos de los juegos aprovechando mi propia euforia, yo era un niño de nueve años cuando mucho. Siempre he disfrutado leer y al encontrarme esa revista descubrí que no solo podía leer, también podía escribir. El ejercicio periodístico lo tomé hasta el 2007.
NG: ¿Qué te acercó profesionalmente a los medios?
IDL: Estudié Ciencias de la Comunicación por una onda más pragmática, por ejercer una carrera en la que creía que podía hacerlo mejor que en otra. Cuando estudié la carrera encontré aristas que me interesaron y de alguna manera llegué al periódico “El Informador” para hacer mis prácticas profesionales, eso fue completamente fortuito. Yo estaba en cuarto semestre en la Universidad Enrique Díaz de León, y Liliana Navarro (reportera) me dice que ella creía que yo podía estar en “El Informador” sin broncas.
Ahí conocí a Alejandro Cabanillas, me hicieron pruebas de ortografía y cosas básicas, pero a las semanas me hablaron para preguntarme si quería entrar a “Gente Bien” (sociales) y les dije que no, porque nunca me había llamado la atención ese formato de periodismo. Agradecí la oportunidad, yo sabía que era algo que no haría bien, no era una cancha que conociera y pensé que con eso había terminado mi intento por entrar.
Después me hablaron para entrar a “El Informador” en su área web y les dije que sí para hacer mis prácticas profesionales. Empecé el 1 de junio del 2007 y mi trabajo consistía en subir las notas de todos los reporteros a la página.
NG: Siendo estudiante, ¿cuál era tu perspectiva de lo que era ser reportero?
IDL: Yo idealizaba a los reporteros, me los imaginaba con un perfil súper profesional, técnico y bien preparados. No como un cliché, pero sí como una figura de respeto brutal, inteligentes, con un amplio dominio del español y de las tablas políticas. Sin que fueran figuras públicas, pero sí personas que, al menos en el círculo en el que se desempeñaban, tenían un matiz de respeto más elevado, siempre los he visto así.
NG: ¿Cuáles fueron tus primeros ejercicios periodísticos?
IDL: Lo que hacía era copiar y pegar notas en la página web y cronometrar la hora en la que se publicaban, ahí terminaban mis cuatro horas de prácticas. Alejandro Cabanillas comenzó a asignarme más cosas y me mandaba a presentaciones de tecnología, por ejemplo.
Hace 12 años, esa web de “El Informador” ya tenía una presencia importante porque entonces no había redes sociales, ni Facebook ni Twitter, si te querías enterar de algo era por las páginas web de los periódicos. Sobre la marcha empecé con coberturas de ciencia y tecnología, choques o manifestaciones cerca del periódico. Yo llegaba todo menso, con el miedo de acercarme a los manifestantes, escuchaba a la distancia y reportaba lo que ellos decían.
NG: ¿Concluiste tu carrera universitaria?
IDL: Cuando me contratan en el periódico fue el 14 de febrero de 2008. Yo le había dicho que no dos veces a Cabanillas y pensé que ya no habría tercera oportunidad, porque yo quería seguir estudiando, pero Cabanillas siempre me abrió las puertas, me decía que ya me quedara en el periódico, pero yo necesitaba adaptar mis horarios y él me lo facilitó.
Por eso le debo tanto a Cabanillas, me daba chance de acomodarme con los horarios de la escuela, fue muy flexible y me permitió empezar. El problema fue que en la escuela mi grupo se redujo, porque en un acuerdo que tomaron muchos de mis compañeros, decidieron irse al turno de la mañana y dejaron a los que necesitábamos estar en la tarde en un grupo muy chiquito, que para la escuela era insostenible mantener y mejor lo cerró. La opción que nos dieron era dejar pasar un semestre y al siguiente sumarnos, pero en esos seis meses de inter me pidieron integrarme a la nota policíaca ya como reportero de tiempo completo.
NG: ¿Iniciar como reportero de nota roja era lo que te imaginabas?
IDL: Yo me harté de estar copiando y pegando notas de alguien más y cuando se abrió la oportunidad de ir a la nota policíaca dije que sí. Yo quería hacer mis notas aunque me sintiera muy menso para hacerlas, pero si no me daba ese empujón pensé que a lo mejor jamás aprendería cómo hacerlo. Por muy feo que se oiga, disfruté mucho la nota roja, aprendí mucho. Jamás imaginé iniciar así, es una fuente ruda, pero soy de la colonia El Fresno y he visto cosas muy feas.
Hay un “carnalismo” muy difícil de describir en la cobertura de la nota roja, es una comunidad ruda, porque ciertamente el perfil del reportero de la nota roja es rudo. Los reporteros viven con mucho peligro acuestas, lidian con ello de la mejor manera posible, yendo en convoy juntos, protegiéndose, que si todos vamos, todos regresamos.
Es un “carnalismo” muy interesante, yo no sabía de esa empatía entre reporteros, porque yo creía en mi total inocencia que lo reporteros de otros medios eran herméticos, que solo cubrías lo tuyo y no te importaban los demás.
NG: ¿Crecer en la colonia El Fresno impactó en tu forma de ver y ejercer el periodismo?
IDL: Me tocó cubrir la nota de dos amigos que mataron en la colonia; allí crecí y varios de mis amigos no corrieron con muy buena suerte a propósito de las políticas de guerra contra el narco. Quizá podría sonar a que es un prejuicio, y si lo es qué bueno, pero vivir en ese barrio y crecer con morros que después de convirtieron en otra cosa me hizo entender mucho la utilidad de mi trabajo. A veces me decían mis amigos, cuando les platicaba que la nota roja es la más noble de todas, que era una contradicción lo que yo decía.
Sigo sosteniendo que la nota roja es súper noble porque hablas de datos duros, de realidades y escenarios. La nota roja es o no es, no es una promesa, no es hablar con políticos que prometen cosas, de presupuestos que se van a ir a otro lado, son hechos duros y tajantes. Comenzar con eso para mí fue muy fructífero.
Nacer y crecer en un barrio bravo creo que alimentó mi hambre por conocer un poco más de la composición criminológica, saber quién estaba en mi barrio, cuáles eran los indicadores de delitos más recurrentes en la colonia en la que crecí, cuáles eran cuando yo era adolescente y cuáles son ahora, cómo se recompuso la sociedad en mi colonia, cuáles eran las drogas que se consumían. Todo eso lo asumí como conocimiento empírico que después, a la hora de las coberturas, me servía.
NG: ¿Ser de esa colonia implicó prejuicios sobre tu forma de trabajar?
IDL: Yo siempre fui fachoso, nunca me ha gustado vestir de corbata y traje, no soy yo, pero el vestirme ‘aguado’, fachoso y llegar a los eventos como un morro de El Fresno haciendo preguntas con las que después los policías o funcionarios decían que de dónde yo había salido, que por qué estaba haciéndoles esas preguntas, eso lo asumía como una cortesía profesional, de que quizá era fachoso, pero no estaba tan pendejo.
Imagina a un cabrón todo fachoso llegando a la Secretaría de Seguridad a decir que iba con el secretario, dudaban. Yo me presentaba, que iba de “El Informador” con una entrevista pactada. En claves policíacas, yo escuchaba que los policías decían que llegaba un reportero de aspecto pandillero, yo ubicaba esas claves, pero los de comunicación social ya me conocían y me dejaban entrar.
Era raro asumir que un cabrón con todos los prejuicios que han existido en Guadalajara, que el pinche fachoso de El Fresno estaba en una entrevista a solas con alguien a quien seguramente el funcionario jamás se acercaría a platicar, eso me daba mucho ánimo.
NG: ¿Eso no te hacía sentirte vulnerable también en tu colonia, siendo reportero y que allí no entendieran lo qué hacías?
IDL: Cuando estás en la nota roja te mimetizas tanto en tu trabajo que no te das cuenta del peligro en el que te encuentras, eso lo vi hasta que salí de allí. Una vez me mandaron un mensaje avisándome que había una persona fallecida en tal punto, yo en total inocencia fui y sí era cierto, estaba el muerto, pero jamás supe quién me envió el mensaje, no habían llegado ni los policías.
Después de mucho tiempo asumí que el mensaje había llegado del otro bando, que si tenían mi teléfono seguramente sabían quién era yo y dónde vivía, no lo sé. Nunca sabes del riesgo en el que te desenvuelves, pero creo que me sirvieron mis tablas en el barrio para llevarlas al periodismo. Sentí que después era otro el recibimiento en las coberturas, cuando el funcionario se ponía contra las cuerdas por un chavo que, en otras circunstancias, no podría hacerlo, eso me daba mucho orgullo.
NG: ¿Cómo migraste a otros temas?
IDL: Trataron de jalarme muchas veces a la sección de Local y yo les decía que no, que me dejaran con mis muertitos, me gustaba mi fuente. Mario Muñoz y Jorge “Jonás” Navarro (entonces jefe de información), me insistían que me moviera. “Jonás”, es un chingón, me preguntó que qué otras fuentes me interesaban y le pedí cubrir medio ambiente y el Ayuntamiento de Tlajomulco de Zúñiga cuando Enrique Alfaro era alcalde.
Mi última nota de policíaca fue de tres ejecutados en distintos lugares y al día siguiente ya tenía que estar en una entrevista en el SIAPA. La reportera Alejandra Guillén me estaba guiando para que yo no la regara, porque yo no sabía nada de medio ambiente y el tema era de cloración de agua.
Yo me estaba durmiendo en la entrevista, pero escuchaba a Alejandra con una maestría impresionante con sus tablas y como le dijeron a ella que me checara, que yo hiciera mi nota y que si lo que yo entregaba estaba mal, publicarían la nota de ella, y sí, publicaron la de ella. A la distancia sí disfruté mucho las notas de medio ambiente, descubrí un periodismo distinto sin olvidar mi paso por la nota roja.
NG: A veces se marca mucho que hay diferencias entre ser reportero y periodista ¿para ti son cosas distintas?
IDL: Sí, pero creo que ninguna tiene más respeto que la otra. Quien se asume como periodista es una persona que, en mi opinión, tiene todas las tablas para desempeñarse en cualquier plataforma, sea televisión, radio, internet, escritura y dominio de fuentes. Un periodista es una persona completa, líder de opinión, una persona que en términos de comunicación está entera.
Un reportero es una parte esencial y fundamental de la cadena de sociedad, no del periodismo. Un reportero le hace más bien a la sociedad de lo que se imagina la misma sociedad, y de lo que el mismo reportero se imagina. Ninguno vale más que el anterior, el reportero es ágil y audaz, tiene conocimiento de su fuente, la que sea. Son tótems a los que un periodista se acerca para pedirle consejos sobre la guía que hay que seguir a la hora de emitir un posicionamiento, yo lo creo así.
NG: ¿Te asumes como reportero o periodista?
IDL: Soy un autodidacta permanente. Me gusta mucho reportear y me asumo como reportero.
NG: ¿El reportero es el que está en la calle trabajando?
IDL: No necesariamente, pero claro que sí necesita calle. Lo chingón del periodismo en que en todas sus áreas aprendes muchísimo. Mi perfil de Twitter dice que soy reportero, entonces creámosle.
NG: ¿Cualquier persona con acceso a un teléfono multimedia e internet puede ser reportero?
IDL: Definitivamente no. A diferencia de todos los que podemos tener un teléfono, los reporteros tienen una responsabilidad social innegable y esa es la veracidad, es la que te da credibilidad y en este trabajo lo es todo.
Es difícil crearte credibilidad, creces, tienes tablas, te la rompes en la calle y horas en el escritorio revisando datos, llegas a ese nivel en el que la gente te lee y te cree, eso es difícil y perderlo es tan fácil con un tuit.
Si en un tuit se te ocurre modificar tus cifras o datos por chingar o escribirte algo que tú crees que pudo a ver pasado según tu juicio, es algo que te cobra mucho y en esta chamba lo único que tenemos es nuestra credibilidad, no tenemos nada más. Las plumas están en todos lados, pero la credibilidad es personal. Puedo creer que hay personas con mucha popularidad en redes sociales, pero jamás les conferiría un título que cuesta mucho colgarse.
NG: ¿Cómo cambió tu sensibilidad al abordar temas más crudos?
IDL: Eso lo aprendes a chingadazos y me los he dado. Recuerdo que una vez tomé la credencial de una persona que mataron y se me hizo fácil anotar sus datos, incluido su domicilio, y los publiqué.
Una semana después, uno de sus hijos me marcó muy tranquilo, me preguntó que si yo era Isaac y le dije que sí, me dijo que si recordaba ese hecho, que el fallecido era su papá y que como yo había publicado su domicilio se habían tenido que ir de la casa, que tenían miedo de regresar.
Le dije que me disculpara, que jamás advertí eso al momento de escribir. Me sorprendió mucho cómo respondió, porque él fácilmente pudo haber ido al periódico a romperme el hocico y yo no hubiera metido las manos, porque fue un error grandísimo que jamás percibí de ponerlos en riesgo.
Los putazos de repente adoctrinan y ese putazo me hizo entender que algo así lo deberías de aprender desde la universidad, pero no lo sabes hasta que lo vives y jamás lo olvidas. A partir de ahí dije que yo no podía ser tan pendejo, que no podía poner en riesgo otra vez a alguien en mi vida. Cuando escribo una noticia, la que sea, trato de leerla y leerla, estar seguro de lo que voy a escribir para no poner en riesgo a una familia. Por fortuna con él no pasó nada más, por fortuna él me disculpó.
NG: ¿Cómo te cuidabas emocionalmente de esas coberturas?
IDL: Siempre he tenido una catarsis a través de mis dedos, cuando siento que traigo algo lo saco así, lo escribo. Así le hice desde que cubrí policíaco y cubrí cosas muy feas. En la (extinta) “Crónica negra” sacaba esas cosas, lo escribía.
Después me pasaron al formato de reporteros trifásicos (temas en tiempo real en redes sociales, web e investigación en el impreso), y después me regresaron a seguridad. En ese tiempo se enfermó mi esposa de insuficiencia renal, yo estaba en un momento anímicamente muy difícil y estuve a punto de que me corrieran, no tenía ganas de salir a reportear, estaba en un modo zombie, tenía muchas cosas en mi mente y no estaba rindiendo.
Ulises Zamarroni me recomendó cambiar de fuente, le dije que me era lo más sano y cubrí Gobierno del Estado con Aristóteles Sandoval, con esa fuente me mantenía muy ocupado. No quiero decir que con la nota policíaca no se trabaje igual, pero no me entusiasmaba regresar a cubrir nota roja porque pensaba mucho en muerte. Era un tema sensible para mí en esos momentos, estaba muy cerca de ella y no necesitaba tenerla más cerca, y eso se notó en mi chamba.
Pensé que si estaba en riesgo mi chamba, también estaba en riesgo mi seguro social y con ello mi esposa. Pedí cambio de aires a Jonathan Lomelí, yo quería cubrir otra cosa y ellos dos aceptaron. Así conocí a mucha gente valiosa, disfruté también esa fuente hasta que Mario Muñoz -otra vez- me dijo que me moviera, que me fuera a El Tema (reportajes de largo aliento).
NG: ¿Consideras a Mario Muñoz como un mentor?
IDL: Y también mi amigo. Es una de las personas más inteligentes que conozco dentro del periodismo, y como dije, siempre he creído que las personas que hacen periodismo son muy perspicaces y él es uno de ellos. A Mario y Alejandro Cabanillas son dos de las personas a las que más les debo lo poco o lo mucho que soy, se lo debo a esos dos cabrones.
NG: En “El Tema” surgió la investigación sobre “Sol”, que mereció el Premio Jalisco de Periodismo, una historia aún más cruda, ¿cómo te marcó?
IDL: Fue un tema de largo aliento. Leí una noticia sobre una chava que se suicidó y se llevó a sus hijos con ella. Fue una notica que movió mucho, desde que leías que se suicida y mata a sus hijos era muy rudo. Al leer esa nota vi que mencionaban una carta póstuma en la que ella se quejaba de su ex pareja y de las autoridades e instituciones que la mandaron a la chingada, porque solamente ganaba 820 pesos semanales, que no podía pagar los alimentos de sus hijos, pagar la renta de su casa y la iban a sacar de allí.
Cuando leí eso me dio mucho coraje, pero también interés periodístico de narrar una tragedia desde la óptica de la persona que la protagoniza. Mi meta era tener acceso a esa carta póstuma y darle voz a “Sol”, conocer quiénes y por qué la abandonaron, tratar de hacer algo por su memoria.
NG: ¿Fue fácil desarrollar la investigación?
IDL: Conseguir la carta fue difícil y fácil. Difícil porque duré ocho meses tratando de que me abrieran el expediente en el SEMEFO y me dijeron que no, pedí en Fiscalía que me dieran chance, que yo no quería hacer un trabajo morboso y para eso necesitaba la voz de la fallecida con esa carta. Metí solicitudes, recursos de revisión y me mandaban al rifle, entendí que al tratarse de un caso tan delicado todo esto era complejo.
En una charla un colega me dijo que no fuera pendejo, que fuera a la policía, que seguramente allí habría más pistas, quién era la primera persona que encontró a “Sol”. Todo este tema lo desarrollé en mis días de descanso o cuando la asignación me acercaba a Tlajomulco, yo ya lo había platicado con Mario y él me animó. Así solicité transparencia preguntando cuántas víctimas como “Sol” había y protecciones para mujeres. Tenía un gran compilado de datos, pero no tenía historia.
Me estaba desanimando cuando fui a la policía y por pura suerte, porque si algo es cierto es que no hay reportero sin suerte, a la primera me encontré con el policía que había entrado a la casa de “Sol”, le platiqué lo que quería hacer y me pasaron las 11 fotos de la carta de “Sol”, a partir de ahí empecé, la voz de “Sol” me iba a decir por dónde buscar.
NG: Tu trabajo generó impacto y se volvió a hablar de “Sol”, ¿pensante que tras publicar su historia era injusto que se reconociera, valorara y nos preocupáramos por ella ya estando muerta y no estando viva?
IDL: Cuando su publica el tema se compartió mucho, mucha gente lo leyó y me dan a entender que eso había servido de algo. Esa fue la razón por la que concursé el trabajo. Mucha gente me animaba, yo decía que no lo había escrito para eso, pero me decían que no fuera pendejo, que lo hiciera por “Sol”, que así quizá se podía ayudar a más gente. Me enteré que había ganado cuando todos se enteraron, no sabía cómo reaccionar. Cuando abracé a mi esposa le dije: “Ganó Sol”, me sentí muy bien.
NG: Desde tu primera cobertura en seguridad hasta la historia de “Sol”, ¿cómo cambió tu visión de lo que significa la justicia?
IDL: Responderlo en términos generales es difícil, y más en un país como México. Cuando la voz de “Sol” le llegó a las autoridades con este trabajo, yo creo que ella recibió un poco de justicia. Se ventiló la incompetencia de las autoridades en sus materias.
Hay muchas personas que tendrían que asumir la responsabilidad por la muerte de “Sol” y de sus hijos. Estoy seguro que esas letras las leyeron las personas que le cerraron las puertas y van a vivir con eso. No puedo negar que sentí orgullo cuando se da el premio, pero creo que el reportaje, el que sea, trasciende al reportero.
NG: Migraste a la edición, ¿cómo fue este cambio teniendo experiencia como reportero?
IDL: Descubrí que se aprende mucho en cualquier arista, creces. Esta etapa como editor me ha servido para darme cuenta de lo mucho que se le puede aprender a los reporteros y lo que aprendes de ti, de erratas que detectas en los textos para presentarlos de manera perfecta, evitar muletillas o dedazos. Las tablas actuales las tienen los reporteros.
NG: ¿Es importante que un editor tenga experiencia como reportero en la calle?
IDL: Preferentemente sí. Un editor que no ha pisado la calle no sabría todo el desgaste que implica la calle. Quién sería yo si le exijo a un reportero, que después de cubrir tres ruedas de prensa o entrevistas en el día, y en la noche que tiene que cubrir un concierto me tenga que mandar una nota impecable, por ejemplo.
Un reportero que salió a la calle sabría que además de sus entrevistas, también está el tiempo de traslado a los lugares, para comer, para escribir y hasta para ir al baño, todo eso lo tienes que considerar, que hay desgaste en el día, que hay presión por la hora de cierre.
Creo que no es regla, pero sí es necesario que un editor llegué a la mesa después de haber pisado la calle un buen rato.
NG: ¿El reportero/periodista puede ser activista?
IDL: Siempre le he tenido respeto al periodismo, aunque eso sea muy iluso, ingenuo e idealista, y al discurso de que, en la medida de lo posible, el periodista mantiene una posición neutra en el ejercicio profesional de sus funciones. Dicho eso, creo que puedes tener y defender una causa, pero no usar al periodismo para hacerlo, es mi opinión.
Si eres un profesional en el ejercicio periodístico, tú usas el ejercicio periodístico para hacerle bien a la gente y no para hacerle bien a tu causa. Si tu causa es legítima habrá muchas voces que le den legitimidad a ese movimiento. Cuando te quitas el uniforme (de reportero/periodista), si lo ponemos en esos términos, puedes defender tu causa.
Es natural y necesario que los seres humanos asumamos y fijemos posturas y las defendamos. Lo que no me parece es que valiéndote de las atribuciones de tu profesión, lo hagas deliberadamente.
NG: ¿Cómo te consideras como reportero, como ese autodidacta eterno?
IDL: Creo que extraigo un poco de la gente que admiro y es mucha. Quizá nunca lo expreso y aunque a veces soy muy hocicón y abierto, en el ámbito personal soy muy reservado, pero tengo a muchas personas a las que admiro y trato de aprenderles un poquito todos los días, ese es el periodista que me considero, un cabrón que trata de superarse todos los días y hacerlo con el ejemplo de las mejores personas.
El mantra con el que me despierto todos los días es que los reporteros somos idealistas. Aunque suene romántico y pendejo, pero creo que los reporteros tenemos que ser idealistas y creer que lo que estamos haciendo de alguna manera cambiarán las cosas, creerlo aunque no sea cierto y no pase, que lo que haces sirve para algo. El trabajo habla por nosotros y esa satisfacción no la he encontrado en ningún otro lugar.