La franquicia “Destino Final” regresa con un nuevo capítulo que, aunque no reinventa la rueda, sí pone sobre la mesa una propuesta cargada de ironía, sangre y una visión fatalista del mundo moderno.
“Destino Final: Lazos de Sangre”, dirigida por Adam Stein y Zach Lipovsky, nos lleva de regreso al origen del retorcido sentido de la justicia de la Muerte, y aunque lo intenta con tintes dramáticos, la narrativa nunca termina de aterrizar de forma convincente. ¿La razón? La inverosimilitud de cómo se gestan las muertes en pantalla, lo que al final también se convierte en parte de su encanto.
La cinta, protagonizada por Kaitlyn Santa Juana como “Stefani”, nos presenta a una joven universitaria atormentada por pesadillas recurrentes. En su afán por salvar a su familia de un destino inevitable, regresa a casa a buscar respuestas con su abuela “Iris” (Gabrielle Rose). El resto del elenco —Teo Briones, Rya Kihlstedt , Richard Harmon, Owen Patrick Joyner, Anna Lore, Brec Bassinger y el siempre icónico Tony Todd— ayuda a reforzar la vibra coral y caótica que tanto caracteriza a la franquicia.
El guion de Guy Busick y Lori Evans Taylor, basado en una historia de Jon Watts, funciona como una pieza de entretenimiento sangriento más que como un relato con aspiraciones emocionales. Y es aquí donde la película se vuelve divertida: su humor negro es irreverente, descarado, y funciona mejor cuando no intenta ponerse seria. Porque cuando lo hace, pierde credibilidad.
Uno de los puntos flojos son los efectos visuales. Algunos momentos de CGI y secuencias gráficas se ven de baja calidad, lo cual puede romper la inmersión para algunos. Sin embargo, hay que admitir que esto no le resta dinamismo: las muertes siguen siendo creativas, grotescas y visualmente impactantes, justo como lo pide el fanático fiel de esta saga.
Lo verdaderamente interesante es el momento histórico en el que se estrena Lazos de Sangre. Vivimos en una era donde la disociación mental ya no es solo un término clínico, sino parte de la conversación cotidiana. La sobreinformación, el estrés social y la ansiedad colectiva nos llevan a imaginar escenarios extremos, catastróficos e incluso absurdos, como los que la película representa. En ese sentido, esta nueva entrega se convierte en un espejo distorsionado pero efectivo de nuestra psique moderna: una en la que la muerte siempre está al acecho, y la imaginación la convierte en espectáculo.
A pesar de sus fallos técnicos y su débil apuesta dramática, “Destino Final: Lazos de Sangre” mantiene el espíritu de la saga vivo: muertes ingeniosas, sustos bien colocados y una sensación constante de que nada —ni nadie— está a salvo. Y eso, aunque no lo parezca, sigue siendo pertinente en estos tiempos donde la incertidumbre es la verdadera villana.