Las cerdas

Cuando uno piensa en poesía, piensa en el formato más antiguo del humano para expresar amor, dolor, o cualquier sentimiento que sirva en el momento y que nos queda para la posteridad. Literariamente hablando, es la poesía, a mi parecer, la forma más complicada de expresión ¿cómo hacer que quepa todo un senti-miento acomodado en estrofas, versos y sílabas? En la literatura feminista, el poema ha sido la forma en que las autoras logran encapsular todo lo que en un ensayo no alcanzarían a describir.

Durante la Feria Internacional del Libro de este año, se realizó la presentación de la edición de noviembre de la revista Feminismos de la Universidad Autónoma de México (UNAM) quien decidió reunir en un mismo espacio, las voces de las representantes de los Feminismos en América Latina y el mundo ¿Por qué «Femi-nismos»? Para aquellos que continúan refiriéndose al movimiento en singular, César Torres Cruz parafrasea en su ensayo Debatir y reinventarnos a Marta Lamas, autora que ha referido en plural al movimiento pues «Son tantas las propuestas al respecto que incluso resulta insuficiente hablar de feminismo y se hace nece-sario referirse a los feminismos, en plural» admitiendo pues, que hay distintos grupos que basan su lucha de acuerdo a las necesidades que tiene y sus prioridades.

Una de las piezas más impresionantes que se incluyen en el número, es el poema «Las Cerdas» de la auto-ra Jimena González, joven estudiante de letras hispánicas en la UNAM que además ha colaborado como co autora en la antología Tsunami.

Como la interpretación de los poemas rara vez (o mejor dicho nunca) obedece a un solo significado, sobra decir que lo expuesto aquí, es solo uno de los posibles desenlaces que pueden atribuírsele a la obra, siendo la capacidad de relación de la persona que lo lea, la que dicte hacia dónde envía esas palabras que la poetiza está explayando.

El poema empieza citando a Lucas 8:33 Y cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y se ahogó. ¿La culpa de su muerte es de los cerdos de quienes nunca escuchamos su posición al respecto? Ah no, los animales no hablan, por lo tanto no sienten y tampoco tienen nada que expresar porque son objetos que sirven a su propósito. Como las mujeres para la iglesia.

Pienso:
no tenemos tierra,
no tenemos cuerpo,
no hay escondite
que nos otorgue
voluntad.

Pienso:
No tenemos noche,
sólo miedo.
No tenemos día,
sólo obligación.

¿Qué somos las mujeres para la iglesia? Esa institución fundada y regida por un montón de gente que se dedica a seguir al pie de la letra (según les convenga) un documento llamado biblia donde la posición de la mujer dentro de los textos siempre es relevada al servicio del marido. Para la iglesia, la mujer no es posee-dora de nada sino de la obligación de parir. Obligación que incluso hoy, en 2020 ya, sigue defendiendo a capa y espada porque se trata del «derecho a la vida» ¿a la vida de quién? ¿del posible varón que venga en camino? ¿de la hija que si no nace, entonces no podrá servir al marido o a su padre o al sacerdote? «No tenemos noche, sólo miedo» ¿Dónde están los miembros de la iglesia cuando un hombre amenaza y posteriormente asesina a las mujeres?

No se malentienda, la batalla no es contra Dios, sino contra el humano; ese humano a menudo hipócrita que pone como obligación de la mujer hacerse cargo de su hijx «por andar de puta» pero que nunca condena al padre, mucho menos al violador.

Estamos aquí:
donde los puercos.
Entre Jesucristo
y el despeñadero
involuntariamente
endemoniadas,
fecundadas de mal.

Gestamos culpa,
saltamos.
Es una orden.
Abrir las piernas.
Cerrar la boca.
Ser almacén.
Aguantar.

Abrir las piernas.
Parir más hambre.
Aguantar.

Estamos aquí, como los cerdos de la cita del principio, poseídas por el demonio de los prejuicios, de la hipocresía, de la pobreza, de la falta de libertad, presas de la opinión pública, de no poder decidir lo que pasa en nuestras vidas, nuestros cuerpos. Obligadas a cumplir con el rol que se nos otorga al nacer y que se va terminando de construir a lo largo de nuestra vida: no, no puedes soñar con ganar lo mismo que tus compañeros hombres ¿qué no ves que todos nos estamos muriendo de hambre? Claro que no tienes derecho a quejarte de los feminicidios ¿sí ubicas que hay más asesinatos de hombres? ¿Abortar? ¡Maldita asesina! ¿Qué tienes problemas económicos, que no puedes mantener a tu hijx? ¡Quién te manda a abrir las piernas pinche puta!

Palabras más, palabras menos. La sociedad siempre tendrá una respuesta para algo que no conviene a sus objetivos, que amenace el orden impuesto desde antes que naciéramos, siempre denigrará a quien se rebe-le, a quien no combine con su estilo de vida, a quien busque liberarse de su yugo, que busque destruir todo en lo que cree ¿cuándo se acabará la lucha?

Y pues sí, ahora sí que

Estoy segura
de que el Cielo
no es tan frío.

Conoce:
Lee el poema Las Cerdas de Jimena González

Descarga la versión completa de la revista Feminismos

Imagen de Jimena González para ilustrar el artículo, tomada de la UNAM.

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Paola Cortés

Estudié Comunicación pero no lo digo en voz alta. Lectora queer, feminista, trans feminista y todo eso.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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