“Made In México” y la megalomanía como instinto de supervivencia

Todos critican el “reality” de Netflix, “Made In México”, pero bien que lo vieron. Unos dicen que 15 minutos, otros que nada más un capítulo, pero otros como yo, ya vimos la temporada completa, claro, para poder criticar a gusto y con los pelos de la burra en la mano, como se dice coloquialmente. Sin duda el marketing se hace presente, pues tanto se dijo que el programa era malísimo, que muchos de nosotros sucumbimos para ver si era cierta tanta crítica.

A mí me hizo reír mucho, la pasé muy bien viéndolo. Ya había compartido la analogía antes; a veces quieres comerte una Big Mac y está bien, lo mismo con este show, que jamás nos prometió que sería una oda a la intelectualidad, es un contenido que entretiene y quien quiera verlo, que lo vea y quien no, pues que ve otra cosa.

A los nueve protagonistas de “Made In México” la megalomanía y el narcisismo les quedan cortos. Pareciera que como requisito era indispensable ser egocéntrico hasta el exceso. Hanna Jaff es la primera en la lista, quien sabe si sea a propósito para el show, pero su casa es como un museo sobre ella misma con frases pegadas a la pared surgidas de su intelecto y hasta patentadas para que nadie se las vaya a robar…. ¿habrá quien quiera cometer tal acción?

La realidad de estos personajes es muy distinta que la de un mexicano promedio. Es otra cara de un país de contrastes que al menos a mí no me representa. Ya lo he leído por ahí, la clase alta apenas es el uno por ciento de México. Y mientras para mí o para usted un grave problema puede ser que estemos pagando nuestra casa con crédito Infonavit y el sueldo no nos alcanza, para Columba por ejemplo, el estrés es organizar una subasta o para Chantal que su prometido no le pida matrimonio.

Este show televisivo está estructurado como reality, pero no se percibe de esa manera, hay escenas que se ven actuadas, por ejemplo cuando Carlos visita a Shanik en el set de “Sale el Sol” y se preguntan cómo les va en su día a día, o cuando recuerdan a sus familiares en el Día de Muertos. Eso sí, me parecen los más carismáticos a cuadro.

Los socialités de quienes estamos conociendo sus vidas a través de este programa, comparten que en su círculo social todos se conocen, y no lo dudo, pero en el programa no hay camaradería del todo, entiendo que hay antagonistas y rivales, pero pareciera que le preguntaron a alguien que se mueve en ese mundo, quiénes eran buenos para el cuadro y para armar polémicas y con esos se fueron.

Ningún personaje es aspiracional, digo, como persona clase media baja que soy, obvio que quiero tener dinero, viajar e ir a eventos pipiris nice, pero por ejemplo, si veo a Kim Kardashian, sí quiero ser como ella, si veo a Chantal o Kitzia, no, pero sí me las haría amigas, ¡claro que sí! Y seguramente que los otros socialités que no fueron convocados al show, pero que saben de él, deben preferir seguir viajando que saber si Roby ya dejó el alcohol o si la relación de Pepe Díaz y Columba va a prosperar.

Se dijo que el programa también buscaba ser un embajador de lo que nos representa como mexicanos, pero solo veo ese discurso en las tomas panorámicas que sí están muy bellas. Tiene buena fotografía y ritmo, pero vamos es Netflix, son elementos que tenían que estar presentes.

Los nueve protagonistas hablan entre inglés y español y con esta característica no siento que los productores hayan ideado este show para la audiencia nacional, más bien lo siento como un programa pensado para los extranjeros que quiere averiguar cómo es el “life style” en nuestro país. Me sentí «mexican curious».

“Made In México” retrata los clichés de sus personajes con características de telenovela: el patán, la embustera, la falsa, la bonita, la cantante, la ama de casa, la prometida, el borracho y el buena onda. Usted adivine cuál es cuál. Y en esas historias de vida es junto con pegado que vemos clasismo, machismo y demás elementos que componen también a la élite nacional. Y sí, supieron engancharme con esos ingredientes.

En fin, yo sí me aviento la segunda temporada si es que ya la están pensando o haciendo y un consejo bonito le dejo, no se lo tome personal, al final del día es un programa de televisión y nadie lo obliga a que lo vea.

  • Imágenes tomadas de Netflix.
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Kike Esparza

Soy un periodista apasionado del cine, la música y la moda. Tengo una obsesión por contar las horas y estornudar una y otra vez cuando tengo que tomar una decisión. Quiero ser como Carrie Bradshaw.

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En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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