“Amores Materialistas” es la más reciente película de Celine Song, la cineasta detrás de “Vidas Pasadas”, filme que destacó en las nominaciones al Oscar en 2024. En esta ocasión, Song presenta una anticomedia romántica protagonizada por Dakota Johnson, Chris Evans y Pedro Pascal.
Dakota interpreta a “Lucy”, una casamentera que concibe el matrimonio como una transacción: los involucrados logran cumplir sus aspiraciones a través de sus intereses, y como consecuencia surge el amor.
“Lucy” es una mujer ambiciosa, poco inclinada a idealizar el romance… aunque al final pareciera que sí. Coincido con que el amor no lo es todo en una relación, pero sí es un factor determinante para que funcione.
El destino le juega una carta decisiva: encontrar la felicidad con el llamado “unicornio”, un hombre ideal que en la empresa donde trabaja goza de ese sobrenombre por tenerlo todo —es guapo, alto, millonario, caballeroso, noble y seguro de sí mismo—. “Harry” (Pedro Pascal) no quiere ser su cliente, sino su pareja, y hará lo posible por conquistarla.
En el otro extremo está “John” (Chris Evans), el ex de “Lucy”, que sigue como lo dejó: sin dinero, compartiendo departamento y soñando con ser actor, pero atrapado en la mediocridad. Él es, sin embargo, el hombre al que “Lucy” realmente ama. Su dilema: seguir sus sentimientos o sus intereses.
Song entrega un guion que, aunque más ligero que el de “Vidas Pasadas”, conserva una reflexión interesante que permanece después de ver la película. Hay en esta cinta el mismo halo de nostalgia y sobriedad característico de la directora, pero aquí la narrativa se reviste de una estética más comercial, probablemente debido al peso de un elenco tan mediático. Esto no arruina la propuesta, pero sí la aleja de la esencia indie que marcó su debut.
También hay un halo de frivolidad que no pasa desapercibido, y que está justificado por el contexto narrativo: en este universo, las personas de alto poder adquisitivo ven como un lujo a su alcance el contratar a alguien que les busque pareja siguiendo criterios perfectamente alineados con sus intereses. Esta lógica refuerza la idea de que el amor, en ciertos entornos, se aborda con la misma mentalidad con la que se adquiere un bien exclusivo.
Las actuaciones son sólidas y humanas, y aunque los arquetipos —la mujer atractiva debatiéndose entre el millonario perfecto y el hombre pobre pero encantador— puedan parecer inverosímiles, Song logra darles matices que los vuelven funcionales dentro de su planteamiento. Así, la cinta se siente menos como un cliché de novela rosa y más como un estudio ingenioso sobre cómo el dinero, el deseo y el amor se entrelazan.
La visión de Celine Song
Diez años atrás, cuando aún era dramaturga y atravesaba dificultades económicas, Celine Song vivió la experiencia definitoria de muchos artistas en Nueva York: buscar un trabajo “normal”. Sorprendentemente, no fue contratada como barista ni como revisora de productos en descuento, pero gracias a un comentario en una fiesta terminó convirtiéndose en casamentera.
Esta vivencia inspiró su segunda película, una observación clara, sensible y dolorosamente honesta sobre las contradicciones del amor moderno. Durante seis meses, Song trabajó ayudando a personas adineradas a encontrar pareja, y fue testigo de lo que describe como “una graciosa pero muy oscura cosificación de la humanidad”, una mercantilización mutua en el proceso de buscar amor.
“Aprendí más sobre las personas en esos seis meses que en cualquier otro momento de mi vida”, explica. Entre sus clientes, las exigencias —ingresos de seis cifras, estaturas específicas y otros requisitos— dejaban al descubierto un enfoque profundamente materialista sobre las relaciones. Esa misma tensión entre la búsqueda del amor y la transacción social es la que plasma en “Amores Materialistas”.