El miedo a sentirnos

Hace unas semanas retomé mis clases de baile y me llevé a mi hermana conmigo. Estamos las dos lidiando con la pereza y hemos logrado vencerla cada lunes, miércoles y viernes. Nuestra profesora es muy buena y hace de cada clase una locura, pero ha ocurrió algo distinto.

Calentamos, como siempre. Todas imaginábamos que venía una clase normal para sudar. Empezamos a bailar cada quien en su lugar y de pronto la maestra se pone a bailar kizomba alrededor de una de las chicas y luego la agarra para bailar más de cerca y tomando una posición normal en el baile de parejas. A mí me pareció excelente, pero la reacción en el salón fue sorprendente.

La chica a la que la maestra intentaba acercarse y tomarla para bailar se alejaba y quería el menor contacto físico posible. Las chicas que estaban delante de nosotros se veían nerviosas una a la otra y no sabían si acercarse. ¡Una señora de mayor edad ni les cuento!

La tensión en el ambiente se volvió insoportable y solamente se trataba de una rutina más.
En uno de los pasos, la señora más grande se detuvo y dijo: “Yo no voy a ser el hombre”. Y mejor decidimos continuar bailando con la música realmente fuerte como para tratar de confundir la incomodidad con el ritmo de kizomba.

Conforme continuó la clase, las chicas fueron relajándose más y ya ni siquiera se fijaban en nada más que en mover las caderas y bailar.

Al salir de ahí le dije a mi hermana si había notado algo raro y me dijo “las mujeres son muy raras” y soltó la carcajada.

Tiene 13 y no tiene ningún problema en bailar en pareja con otra mujer en una clase de baile. Su inocencia no le permite verlo como algo malo, como algo que no debe ser. ¡Y así debería de ser! ¿En qué mundo tan retrógrada van a una clase baile de mujeres y te incomoda bailar de pareja con otra chica?
Y entonces me pongo a pensar más allá.

¿Cómo podemos seguir haciendo campañas diciendo ‘apoyémonos unas a otras’ si ni siquiera soportamos la idea de bailar en pareja con otra compañera en una clase de baile?

No sé en qué momento de la vida nos perdemos y pasamos de jugar a bailar con nuestras compañeritas, dar vueltas tomadas de los brazos o simplemente caminar tomadas de la mano en los recreos y la calle, a darnos la espalda, atacarnos o poner caras de asco si nos toman de la cintura en una clase de baile. Mientras esa fricción exista entre nosotras, nadie va a ayudar a nadie.

Mientras no nos sintamos cómodas entre nosotras no correremos a ayudar a la de al lado.
Es muy triste que a estas alturas sigamos teniendo miedo de tocarnos, de reconocernos, de sentirnos. Y no, no estoy hablando sexualmente, pero estoy segura que este último párrafo incomodó a muchas, ¿cierto?

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Fer Rangel

Periodista y feminista. Chilanga de nacimiento, pero tapatía desde mucho tiempo atrás. Feminista y vegana.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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