“Guerra de vecinos” se abraza de los estereotipos para redimirse con moralejas

La primera temporada de la serie mexicana “Guerra de vecinos” me ha dejado con emociones encontradas. Debo confesar que sí me he reído muy a gusto en algunos episodios, pero no dejo de notar que cae en un juego muy peculiar de clichés y estereotipos, buscando redimirse con moralejas al final de cada uno de sus ocho episodios, como para que nadie se sienta mal.

Trataré de explicarme, en uno de los capítulos vemos a Christian Vázquez como el tío buena onda con el arquetipo de galán de barrio, donde deja ver claramente su homofobia y su machismo cuando quiere descubrir si su sobrino es homosexual.

Obviamente el actor está interpretando a un personaje y se adapta a lo que le pide la dirección, pero ahí hay un juego algo truculento, porque para hacer comedia de ese momento, se aborda una situación donde todo lo políticamente incorrecto sale a relucir, como si ser gay fuera algo malo, pero al final para que no nos incomodamos, nos dicen a los espectadores que hay que respetar las diferencias y ser lo que uno quiere ser.

Siento que en este caso, como en varios otros que se plantean en la serie, desde la perspectiva de la comedia, hace falta que los guionistas se sienten a dialogar con quienes saben de diversidad, de equidad, de clasismo y de machismo, y partiendo de ahí construir la comedia, estamos en otros tiempos y es claro que nos vamos a incomodar quienes estamos buscando un lugar más libre para expresarnos y no sentir que somos la burla de otros, por qué no reírse mejor del machista y del opresor, que seguir haciendo mofa porque alguien es pobre o tiene una orientación sexual distinta a lo preestablecido.

Sí, la serie no tiene por qué ser aleccionadora, sabemos que su fin es el entretenimiento, pero si vas a jugar con los estereotipos, juégale bien y marca la diferencia.

En la trama se cuenta la historia de dos familias, una de blancos y otra de morenos, claro, para perpetuar el cliché, los morenos son los pobres y los más exóticos, y por supuesto, los que mejor se divierten, en cambio, los blancos aunque se vistan “cool”, pues no tienen ese saborcito que da el barrio. Y eso en realidad no me perturba, porque el trabajo que hacen Vanessa Bauche y Pascacio López, suma mucho y le dan una inteligencia emocional interesante a sus personajes, el de una pareja de esposos que de la noche a la mañana viven en una zona residencial porque ella ganó un sorteo por una casa, tras un incidente que tuvo con “Silvia”, el personaje de Ana Layevska, quien también tiene momentos muy divertidos en la trama –se le da muy bien la comedia–.

Los personajes juveniles como el de Marco León y Elyfer Torres, pero sobre todo el de la niña que interpreta a la hija menor de Bauche, también abonan mucho, ellos vienen a representar a esta generación que constantemente reflexiona sobre lo que está bien y lo que está mal en la sociedad, y ese es de los aspectos más acertados que tiene la serie.

Sí me divertí, no lo voy a negar, el ingenio ahí está muy presente, solamente considero que hay que canalizarlo mejor, sobre empoderar las libertades de los oprimidos y no de los opresores.

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Kike Esparza

Soy un periodista apasionado del cine, la música y la moda. Tengo una obsesión por contar las horas y estornudar una y otra vez cuando tengo que tomar una decisión. Quiero ser como Carrie Bradshaw.

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En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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