SARAO: Las Puertas del Clóset

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Con el objetivo de seguir dando visibilidad a las historias que recibimos, las estaremos publicando semanalmente para que las puedan disfrutar tanto como nosotros. !Disfruta esta historia y compártela con el hashtag #Sarao2020¡

Las Puertas del Clóset
Por: Ángel Romero

Todos hemos salido del closet alguna vez, sin importar la edad, raza o género.
Tal vez mi salida no es la más conmovedora que se podría plasmar en libros, películas o un podcast. La verdad, fue un plan mal armado de un joven precoz de 14 años, pero vamos con calma en la historia. Me gusta pensar que he salido varias veces del clóset, las cuales he dividido en: “autodescubrimiento”, “núcleo” y “mundo”.

AUTODESCUBRIMIENTO

Mi familia está compuesta por mis 2 padres, mis 2 hermanas mayores y yo; siendo el único varón. Gracias a esto pude desenvolverme mucho más fácil con las mujeres, ya que mi papá trabajaba fuera de la ciudad. Aunque siendo un niño no veía como eso me favorecía, ya que era la típica situación en la escuela: me molestaban porque no era lo suficiente ruidoso como los demás niños, no jugaba fútbol con mis compañeros, además agrega unos kilos de más a la ecuación… “¡Que mierda!”, dirás, pues ese niño si se las vio algunas veces grises; era inevitable no apagar la luz que tenía en su interior.

Era un niño muy tranquilo, querido por los maestros por obediente y aplicado, pero en verdad era muy flojo (gracias a Dios mi madre estaba para ponerme “al tiro”). En verdad no puedo recordar el momento en que mi cerebro supo el significado de la palabra “Homosexual” o “gay”, simplemente en algún punto ya estaba en mí. Realmente me gustaron muchas niñas, en verdad, era muy romántico, les daba cartas con fragmentos de canciones, les regalaba dulces y todo tipo de regalos. Inclusive para 6to de primaria tuve a mi primera y única novia (alerta de spoiler: solo duramos unos días, nunca nos besamos y me enteré que se había besado con alguien más… chingao). Pero durante esos vaivenes de mis cortejos con las niñas no podía evitar ver de lejos algunos compañeros.

Por más que me desvivía por la hermosura e inteligencia de las niñas, era tan diferente con los niños. Se me hacían tan misteriosos, graciosos, me ponía realmente muy nervioso al estar con algún niño que fuera amable conmigo; si tenía amigos hombres, pero nunca se me pasó en la mente algo más por ellos. En ese tiempo yo veía las clásicas novelas para niños en la televisión y en mis pensamientos guajiros deseaba que alguna vez un niño como Diego Boneta fuera mi compañero y me viera como veía a su coprotagonista.

En ese mismo año escolar yo tenía un compañero el cual me compraba chocolates y se juntaba mucho conmigo. En verdad me hacía suspirar y no sabía por qué, inclusive hace poco encontré un viejo diario mío, donde contaba que había hecho una carta de amor para él. No sé si era una alerta por mi dramatismo o realmente soy un hombre apasionado, pero quemé esa carta (adelante, pueden reírse, yo mismo lo estoy haciendo ahora). Obviamente no lo hice bien, ya que mi mamá lo encontró y tuvimos una “pequeña charla”. Para tratar de no pensar en esa situación, dije que decía que ese nombre no terminaba con “O” sino que era una “A”. Eso pudo tranquilizar un poco la situación, pero supongo que mi madre querida ya se lo estaba planteando en su cabeza.

De ahí no sucedió mucho, mi compañero se hizo mi amigo y le agarré mucho cariño, pero justo ahora no tengo idea de qué pasó con él.

Tuve mi primer juego de la botella y “técnicamente” mi primer beso con una niña, lo cual realmente no causó una chispa en mí. Solamente fue algo del momento y eso me hacía pensar más cosas. Corría el año 2009 y yo cursaba el primer año de secundaria. Eran demasiados cambios, nueva escuela, nuevos amigos, otro tipo de sistema educativo (meh) y diferentes sensaciones hormonales y emocionales. En ese tiempo comenzó una serie muy popular; la cual le tengo mucho amor y agradecimiento, Glee. Esta serie me abrió la conversación conmigo mismo sobre lo que me gustaba hacer y lo que sentía por otros.

Viendo a uno de los personajes de la serie compartir el tema de su sexualidad noté que tenía muchas ideas idénticas. No podía evitar ver a un chico sin sentir emoción. Me llegó a gustar una chica en la secundaria. En mi cabeza tenía escenas de amor, dignas para una comedia romántica, sin embargo, con mis compañeros no podía sacar a flote el tema ya que, era el mismo problema: me juntaba más con las niñas, no me gustaba jugar fútbol con ellos, tenía kilos de más y ahora agrega que no me juntaba con ellos para hablar de cuál de mis compañeras era “la más bonita”.

Tuve la suerte de hacerme de un grupo de amigos igual de locos que yo. Mi mejor amiga de esa época, Melba, fue la primera en mostrarme que podía ser yo mismo, no tener miedo de esas personas que me molestaban y tenerle confianza. Entonces solamente le dije un día entre clases
– “Oye, me gusta Kevin (un chico mayor que yo) ¿Qué piensas?”.

Ella en verdad se sorprendió, pero porque era de otro salón y mayor que yo. Melba fue una gran amiga y nunca me juzgó. Se podría decir que salí con ella y aligeraba mis sentimientos que no podía expresar en otro lugar. Muchos otros amores pasaron, pero solamente fueron “pasajeros”. Me sentía feliz con mis amigos, pero pues… El amor, el estúpido amor estudiantil.

NÚCLEO

Entre el 2010 y 2011 pasaba por más “baches” en mi vida, mis padres se separaron y estaba de nómada entre casa de mi papá y mi mamá, sin embargo, vivía la mayor parte del tiempo con ella. Si bien tenía a mis amigos, yo muy en el fondo deseaba compartir algo especial con alguien. En aquel momento el Messenger estaba dando sus últimos respiros, para dar comienzo al Facebook, y de pura suerte, congenié con una persona en línea que era de mi misma ciudad y aparte, también le gustaba Glee. Comenzamos a hablar y pues fue inevitable que surgieran sentimientos de uno por el otro. Iba un año arriba que yo y era de otra secundaria, pero eso no nos impidió para poder conocernos en persona, una tarde lluviosa.

Fue un encanto poder tener a la persona que me hacía suspirar por las noches cuando compartía ideas y canciones de la serie. Solo nos vimos un par de ocasiones antes de las vacaciones de verano. Una vez tuvimos la idea de una cita en el cine, cabe aclarar que no éramos y NUNCA fuimos novios, pero ahí andamos de románticos los chamacos.

Así que su protagonista, yo, tuvo la brillante idea de armar el plan. “Le diré a mi mamá que iré al cine con mis amigos, que me de permiso y veo al niño que me gusta en el cine, ¡Claro!, ¿Qué puede salir mal?”. Chamaco burro. Un día antes íbamos a tener una entrega de boletas y yo tenía que ponerme de acuerdo por mensaje con el susodicho, pero no tenía saldo en mi celular, así que le pedí a mi mamá un mensaje de texto, con el pretexto de que era para Melba y obviamente elimine el mensaje. Claramente a mi mamá se le hicieron sospechosas todas las acciones, pero como madre mexicana esperó para hacer su movimiento con certeza.

Al estar en la escuela y hacer todos los papeleos me dijo que fuéramos con mis amigos para ver los detalles del cine, de esta manera ella sabría todo y estaría al pendiente. PERO, el niño (yo) no pensó en eso, así que la mejor excusa que puse fue decirle – “Ah, es que son con otros amigos, amá”-. Yo ya estaba muerto de nervios y mi mamá ya no me creía. Nos fuimos directo a la casa. Recuerdo muy bien cómo fue directo al refrigerador y sacó una cerveza. La sirvió con toda delicadeza en un vaso y se la bebió con una rapidez impresionante. No tardó en mirarme a los ojos, tuvo que agarrar valor. Ella sabía que tan solo verme soltaría la sopa. – “¿Qué está sucediendo, Manolo?” -.

Ya para ese momento yo estaba como magdalena llorando del miedo y lo que podría suceder. Le conté todo, desde cómo me sentía un poco más chico, hasta cómo me hacía sentir el muchachito con el que iba a salir. Mi mamá en principio decía que era una etapa, que tal vez estaba confundido; sus lágrimas rodaban por sus mejillas chapeadas por tantos sentimientos encontrados. El asunto de la separación, tantos inconvenientes externos que ella tenía y aparte que su hijo tuviera en esta situación la descontroló.

Primero que nada, me regaño por mentir y aparte hacerlo muy mal (era justo), pero gracias a eso, abrimos el diálogo. Eso no se quedó en algo exclusivo de nosotros dos, toda mi familia supo que yo tenía sentimientos y gustos por los hombres. Realmente mi papá fue de muy pocas palabras, después externó que era obvio que no deseaba mal para mi, pero al final del día era mi elección y que él me apoyaría. Mis hermanas trataban de tomar una postura neutra y que solo tuviera cuidado por todo lo que conllevaba. La que se las vio negras por unos años fue a mi pobre madre.

Ya que al vivir con ella veía mis cambios de humor, lidiaba con rebeldías y le sumamos, que tal vez, estaría viendo a algún tipejo que se quisiera aprovechar de mí. En esta lucha de ideas y de crecimiento de ambos, hoy puedo decir que mi mamá y yo somos los más unidos. Fueron años de pláticas, de ir aprendiendo de cada uno y de este nuevo mundo de colores en el que comenzaba a adentrarme, pláticas con profesionales que valieron la pena para ambos. Es la primera en apoyarme en mis decisiones, dándome mis jalones de oreja y mis chanclazos, pero también su amor incondicional para entender que al final del día soy el mismo hijo que está ahí para ella.

MUNDO

Durante éste viaje, llamado vida, el poder decir sin miedo lo que siento por alguien ha logrado quitarnos tabúes y miedos entre mis amigos. Dónde mis amigas me comentan, con algo de miedo, que sienten atracción por otra chica. Dónde amigos dicen que han tenido roces sexuales con otros hombres. En mi círculo de amigos la sexualidad es un espectro de colores donde tratamos de tomar todo con humor, pero donde sabemos que nos podemos contar lo que sea. Entendemos que a veces es difícil en este país machista ser tú mismo. Como cuando llegas a un puesto de trabajo y tus compañeros te tachan automáticamente de gay por no estar haciendo las mismas bromas que ellos, o contar a cuantas se han cogido. Inclusive las mismas mujeres hacen estas mismas acciones contra otras mujeres y con hombres.

Hay días que necesitamos callar nuestra orientación sexual por miedo a todo lo que conlleva expresarlo, pero hay días que te vale madres todo eso. En el que te preguntan y con tranquilidad dices – “Me gustan los hombres”, “Me gustan las mujeres” o sencillamente “No pienso en eso, soy feliz como soy.”

Sencillamente, no debe ser de la incumbencia de otros lo que hagamos, y como dicen en mi familia “Que hagan de su culo un papalote”.

Todos los días salimos del closet al aceptarnos como somos y es un orgullo. Han pasado los años y claramente todo mi entorno ha cambiado para mejor. He tenido suerte de tener una familia que me acepta y me ama por como soy. Claro que hubo muchas lágrimas, corazones partidos y muchas mentadas de madres en el camino. Pero gracias a todo eso me han hecho el hombre que soy. Me falta mucho para ser la mejor versión de mí, pero sé que cuento con mis amigos y de toda mi familia, para seguir adelante.

No sé qué me depara el futuro, deseo tantas cosas, pero tengo fe de esto: nunca faltarán las risas, siempre habrá comida de por medio y mucho amor de los seres queridos.

Espero que estas palabras puedan resonar en alguien que lo necesite, de ahora en adelante cuentas con otro par de brazos para apapacharte en lo que necesites. Yo salí del closet por un plan tontamente armado, pero toma tu tiempo, no te presiones y hazlo cuando te sientas listo. Al final del día, hazlo por el amor de tu vida, y esa persona eres tú mismo. Recuerda: ¡Vales un chingo, corazón! Que nadie te robe eso.

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La Redacción

¡Sonríe, todo pasa, todo mejora! Equipo de redacción de Rosa Distrito.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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