Un poco de drama…
No quiero asumirme como aliada de la comunidad LGTBQ+, eso se los dejo a mis amigos que sí pertenecen y suman al movimiento desde sus trincheras y ahora han reforzado su fiesta al celebrar el Mes del Orgullo. Me basta con saber que la gran mayoría de ellas y ellos me han confiado sus diferentes tránsitos en descubrir y aceptar su identidad sexual, de vestimenta, de los procesos que experimentaron en lo familiar, sus amores y desamores, y que sobretodo, jamás se vieron en la necesidad –creo yo- de negar o “justificar” sus preferencias al charlar conmigo.
Lo que sí asumo es que esa gran mayoría de amigos me han tenido justamente esa confianza, casi casi juraría que desde el primer día que nos conocimos a los cinco minutos ya nos habíamos contado todo nuestro kilometraje fructífero y desastroso en los placeres del mal querer, de las caricias nocturnas y esos conflictos familiares que te mandan con cara de puchero al trabajo. Fueran experiencias homosexuales o heteros, nada de eso ha importado a la hora de querernos, respetarnos y aprender entre todos.
Alguna vez me preguntaron que por qué tenía tantos amigos gays, que si yo era lesbiana durante el tiempo en que tuve el cabello rapado “como de hombre”, que si tal amiga mía era mi novia porque nos habíamos ido a vivir juntas y todo era muy raro; esas preguntas venían por igual de amigos, conocidos y compañeros de trabajo heteros y LGBT.
Siempre le he sacado la vuelta a tener que explicar lo que hago y con quien me junto, sin embargo, cuando se trata de la comunidad LGBTQ+ me parece curioso que muchos amigos o conocidos que se dicen de mente abierta les sorprenda y les siga sorprendiendo que uno sea tan cercano a personas gay y que no te canse que ahora todo “tenga que” (según estas personas) ser gay o inclusivo.
Cierto es que los de mi generación, quienes ya vamos en el tobogán despiadado de los 30 años, aún crecimos con bastantes prejuicios, y al menos en mi familia nunca hubo una charla sobre la comunidad LGBT, siempre se me dijo que hombre + mujer, que azul para vatos y rosa para morras, y que el verde y el amarillo eran neutral y por eso se regalan éstos colores cuando no sabes si el bebé será niño o niña. Ideas que ahora sé que son tontas.
Sé que soy muy ignorante de todo lo que implica la diversidad LGBTQ+ y siempre trato de recurrir a mis amixes cuando tengo dudas, pero también me gusta reconocer que parte de esos destellos LGBT que tuve de niña fue gracias a la música y al cine, a canciones, películas y personajes que, sin recurrir al lenguaje que hoy conocemos, me dijeron “hey, estas historias y personas existen. Hay mujeres que aman a mujeres, hombres que aman a otros hombres. Las faldas también son para hombres barbones y peludos, las mujeres pueden hablar de la homosexualidad. El rock y la salsa también son LGBT, o al menos algunas canciones.
No es que se traten de personas, personajes, historias, música o movimientos manifestados como LGBT o yo los dé por hecho, insisto en que la comunidad LGBTQ+ es quien decide si realmente les ayudamos o solo estamos estorbando tratando de opinar, solo escribo que el siguiente listado a mí me ayudó, siendo niña y adolescente, a visibilizar en su momento a personas igual que yo y que vivían historias complejas, tristes y también de mucha libertad en su forma de vestir. Me gusta pensar que gracias a estas canciones y personajes no tuve prejuicios para conocer a personas que ahora son mis grandes amixes.
Ana Torroja / Mecano
Soy fiel enamorada de Ana Torroja y su paso por Mecano, junto a la composición lírica y sonora de los hermanos Cano. Más allá de “Mujer contra mujer”, “Stereosexual” fue la canción que me dejó más en claro los dilemas personales que alguien podía experimentar al “descubrirse” con otros gustos. Además, el final de la canción con ese toque y coro góspel es magistral (aunque sé que hace un par de años algunas personas se quejaban de que la canción dice “maricón” y Torroja salió a la defensa recalcando el contexto de la rola). En lo estético, Ana Torroja fue una diosa y aunque no sea considerada como un “ícono” de la moda, en su momento era el “cliché perfecto de la lesbiana”, ¿no? Cabello corto, inseparable de dos hombres, su vida personal súper oculta y cantando siempre en masculino. ¡Qué va! Yo soñaba ser como ella y cuando me cortaba el cabello a rapa y la peluquera me decía “corte de hombre”, yo les decía: “Como Ana Torroja, sanadabishhh”. “…¿Y qué dirán de mí’? (dirán que eres gay)… lo tendré que asumir (no te apures, rey)… me aceptarán tal cual (verás como sí)…”.
Maldita Vecindad
En mi casa había un disco recopilatorio de la Maldita Vecindad y los Hijos del 5to patio –aún no sabemos de quién era se disco, porque mi hermano y yo éramos muy chicos y ni para los chicles teníamos- y me llamaba la atención este álbum porque tenía las canciones más subersivas y contestarías de esta banda capitalina. Conforme tuve comprensión de lo que leía y escuchaba, entendía que si los pachuchos de oro, que si “Solín”, que si “…el icuiricui, el sacalacachimba…”, pero me quedé sorprendida cuando comprendí a que se refería la canción de “Rafael”. Ahí supe que hablaban de un hombre vestido mujer (años después conocería a Willie Colón y Simón ‘el gran varón) y realmente es una canción hermosa, de esas que no tienes ni vela en el entierro pero te hacen un nudo en la garganta. Si quieres tener un pretexto para sacar ese llanto que traen atorado en el cogote, aprovechen un día nublado y escuchen esta maravilla de ska mexicano. “¡Oooooh, Rafael… Oooooh, Rafael… Oooooh, Rafael… Oooooh, Rafael… Oooooh, Rafael!”. Alguna vez escuché esta canción en vivo, el slam paró por unos minutos y la banda la cantó con mucho sentimiento.
Café Tacvba
Sigo sin recordar cuál estación radiofónica escuchaba mi abuelo, pero tenía una grabadora súper carcacha y a veces ponían bloques de rock mexicano, y así con esa grabadora cucha escuché por primera vez a Café Tacvba. Recuerdo escuchar la de “El baile y el salón”, y aunque no entendía del todo, sí alcanzaba a distinguir esa párrafo que dice de “y así bailando quiero que me hagas del amor, de hombre a hombre, bucushelaaademuuaaa”, obvio sigo sin saber francés, pero una prima más grande de edad me decía que sí decía eso de hombre a hombre. No me pareció extraño ni nada, desde entonces es una canción que se me hace preciosa.
SKA-P
Conforme mi hermano mayor fue escuchando más música y la ponía en las tardes mientras mis papás se iban a trabajar, conocía a la banda española Ska-p, y si bien sus canciones le tiran duro al capitalismo, los regímenes opresores y abogan por la libertad, justicia y el trabajo del campo y las comunidades más vulnerables, más allá de que la mayoría de sus integrantes traen corte de mohicana, referencias del punk, cuando comencé a investigar a la banda me llamó la atención el trompetista Alberto Iriondo, mejor conocido como “Txikitin”, quien de cuerpo fornido, tatuajes y barba y mohicana rubia, siempre ha portado con orgullo la tradicional falda escocesa o faldas negras con algún estampado en contexto revolucionario y/o de apoyo a otras luchas.
El Personal
Los gustos musicales de mi hermano mayor en su época adolescente marcaron mucho en mí y otro grupo que descubrí gracias a él fue “El Personal”, banda tapatía que con un reggae-rock muy peculiar, nostálgico y fuera de norma, consagró canciones de la vida de Guadalajara, del folclor mexicano, siendo “La tapatía” una canción con la conocí la palabra “jotos”, y aunque entiendo que en ese momento quizá la palabra se entendía en otro contexto, este tema ya daba pistas de la comunidad LGBT y su presencia en el Centro histórico de la ciudad siempre doble moral.
Considero que hay que escucharla y comprender el estilo de la banda para entender que en su enunciado “… Vimos bicis, vimos motos y en la calle muchos jotos…” no lo hacían de una manera despectiva. A los años conocí más sobre la banda y su cantante, Julio Haro, fallecido por VIH. En diversas entrevistas y documentales se habla justamente de como Julio, en su entorno, siempre abogó por la libertad sexual y su identidad en una escena del rock tipificada como ruda y para machos. Estpy segura que Julio actualmente sería un gran activista público sobre los derechos y maravillas de la comunidad LGBTQ+.
Willie Colón
No recuerdo cómo conocí la música de Willie Colón, pero la historia de “Simón ‘El gran varón” la conozco desde niña y creo que una de las más claras sobre lo que habla. Aunque hay quien me ha dicho que esa canción quizá no es tan correcta en su forma de explicar una historia homosexual o específicamente sobre un travesti y sus procesos y motivos (posiblemente por los clichés a los que recurría o ha generado), también hay que entender el contexto musical y social de Willie Colón, un gran compositor, cantante y director orquestal, y sí nos echamos un clavado a sus canciones encontraremos una carga social impresionante –como la mayoría de la salsa de los años 70 y 80)que explora con gran solemnidad y poesía la marginación, los esfuerzos de la comunidad latina ante el racismo, los amores pasionales y la criminalización.
Rammstein y Depeche Mode
Aunque tienen facha de rudos, la banda alemana Rammstein también ha cargado con grandes consignas y reflexiones sociales y lo podrido del mundo. Sin duda, es una de las agrupaciones que también ha luchado contra la censura y aunque no sé si el beso que los músicos Paul Landers y Richard Kruspe se dieron en un concierto en Rusia -uno de los países con leyes homofóbicas- sea considerado por la comunidad LGBTQ+ como una muestra de empatía honesta y apoyo, cierto es que causó muchos aplausos por hacerlo. Sin embargo, desde antes Rammstein, y desde mi opinión, ha dado muestras de que poco le importa el qué dirán, ya que el mismo al utilizar maquillaje siendo todos hombres, especialmente con Richard Kruspe, quien ha pintado sus uñas durante décadas, al igual que Martin Gore de Depeche Mode, quien no solo apela a las uñas pintadas, también le ha valido cacahuate los estereotipos a través de su vestimenta provocadora con arneses, plumas y lentejuelas.