SARAO: Los matices coloridos al final de la tormenta

La siguiente historia forma parte de la convocatoria #Sarao2020 convocada por Robsmx en alianza con Codise AC, Guadalajara Pride, Puro Mole y Rosa Distrito. El objetivo de la convocatoria es impulsar la escritura de historias LGBTIQ+ del país. Como resultado se creó un libro digital con 17 historias que puedes descargar gratuitamente en www.librosarao.com. Con el objetivo de seguir dando visibiidad a las historias que recibimos, las estaremos publicando semanalmente para que las puedan disfrutar tanto como nosotros. ¡Disfruta esta historia y compártela con el hashtag #Sarao2020!

Los matices coloridos al final de la tormenta
Por: Fernando Villaseñor

Cuando una máscara está a la vista por mucho tiempo, esta comienza a desgastarse hasta quedar al desnudo de la gente. Es en ese momento en el que la vida vuelve a comenzar, porque al final uno decide cómo será la forma en la que vivirá durante el resto de sus días. Yo solamente supe que este amor que siento es lindo, es demasiado real como para ser condenable, porque hasta mi propio reflejo lo sabe, el amor es un sentimiento puro aún si es hacia los hombres. Quise ser paciente, no podía decírselo a todos, no aún, porque en este mundo tienes que ser valiente para defender lo que sientes y yo aún no era valiente, aún me faltaba devorar el coraje para enfrentar mi felicidad.

Tuve paciencia y guardé éste sentimiento en lo más profundo de mi corazón ante la gente que más quería pero, éste secreto fue revelado en la situación equivocada, en la edad incorrecta y con la valentía ausente: Todo fue a través de un descuido mío, ya que mi mamá vio en mi celular una imagen de dos chicos besándose, bueno en realidad ella no sabía que eran dos hombres, solo había visto a dos personas compartiendo saliva y me preguntó qué era lo que estaba viendo, a lo que yo de manera nerviosa le respondí que no era nada, provocando que se preocupara e insistiera en saber lo que estaba viendo en mi celular. Como mi hermana estaba ahí presente y mi mamá veía que yo no estaba en la disposición de mostrarle, le pidió a ella que viera lo que estaba ocultando. Al final aún sin el coraje de un adulto tuve que decirles toda la verdad acerca de que me atraían los chicos; a mi mamá le sorprendió un poco, pero pude contar con el apoyo de ambas, pudieron entender mis sentimientos después de todo, conseguí el coraje que necesitaba, y pude darme cuenta que vivir conmigo no sería tan solitario.

No pasaron muchos años como para que éste secreto tuviera que ser revelado a mi papá, tenía que decirle toda la verdad, sobre todo porque había surgido una situación en la que posiblemente él se pudiera llegar a enterar de mi orientación por otras personas y no quería que eso llegara a suceder, si lo descubría tendría que ser a través de mí. No importaba la edad en la que le pudiera llegar a decir, al final nunca me sentiría listo para afrontar ese suceso, desconocía la manera en la que él pudiera reaccionar, sólo sabía que tendría que darle el espacio necesario para que pudiera asimilarlo,

La gente a mi alrededor dice que sé expresarme a través de la escritura, que digo todo lo que en persona no puedo llegar a expresar, así que pensé: “¿Por qué no una carta?” entiendo que no era la forma más adecuada y le quitaría algo de peso el confesárselo por ese medio, pero, habían tantas cosas que decirle, tantos sentimientos que no hubiera podido manifestar por el miedo si se lo hubiera dicho en persona, a final de cuentas cada quien decide el cómo salir del clóset con sus seres queridos. Después de darle tantas vueltas al asunto, lo que logré concretar fue que le dejaría la carta a mi papá en un lugar donde él pudiera encontrarla, mientras que yo saldría de casa prácticamente todo el día y al estar lejos le llamaría por teléfono, le diría la ubicación de la carta para que la leyera solo, al menos así tendría tiempo de asimilarlo.

Realizar el boceto de la carta fue la parte más personal de todo este proceso, quizás porque era el medio perfecto que tenía para que ningún sentimiento se quedara guardado al momento de decirle. Expresé mucho pero dije poco porque él es una persona que prefiere que le digan las cosas de manera concreta, sin mucho palabrerío, algo que para mí suele ser frustrante cada vez que hablamos. Preguntas que no dejaban de surgir en todo el proceso de la carta ¿Se decepcionaría? ¿Le daría miedo afrontar la verdad que negó durante años?

Recuerdo el día exacto en que sucedió todo, era un 23 de diciembre, se me hacía eterna la mañana para poder salir de casa. Acordé con mi primo reunirnos en el centro de la ciudad y, aunque ya me encontraba lejos de mi hogar, aún no podía marcarle a mi padre por la ansiedad que embargaba mi cuerpo. Fue justo antes de la comida cuando me armé de valor y comencé a marcarle. En cada tono podía sentir el latir de mi corazón, el cómo se aceleraba por el tiempo y su andar, después de tres tonadas mi papá logró contestar, mi voz comenzaba a temblar en cada oración que respondía, con el valor que tenía le pedí que buscara la carta que había escondido, pudo encontrarla sin problemas mientras me preguntó “¿Quieres que la lea en voz alta?” a lo que respondí de manera nerviosa que él la leyera sin mí puesto que yo estaba algo “ocupado“ en la calle y solamente me despedí con un “Te quiero papá”. Respiré profundo y no paraba de temblar, esas fueron las últimas palabras que nos dijimos antes de destrozar mi máscara, le dije que lo quería por esa última ocasión porque tenía miedo de que después de ello ya no pudiera escucharme nunca más.

Pasaron algunas horas antes de decidir volver a casa, el miedo carcomía mis entrañas durante todo el camino de regreso. En el trayecto me reuní con mi mamá y mi hermana, puesto que ellas también habían salido durante todo el día. Cuando abrimos la puerta de la casa escuchamos el ruido de la televisión encendida, respiré de alivio por un momento al no ver a mi papá ahí. Optamos por subir al cuarto de mis papás, vimos que la puerta estaba entrecerrada y la luz apagada, así que asumimos que estaba dormido. Mi mamá entró a la habitación para dejar sus cosas mientras que yo decidí esperarla afuera, “al menos podría dormir tranquilo esa noche” o eso pensé cuando de repente comencé a escuchar susurros dentro de la habitación, no pude escuchar nada, quise mejor quedarme quieto esperando a que saliera mi mamá. Al salir me dijo que mi papá estaba acostado en posición fetal mirando a la nada con la mirada en blanco, ella le preguntó si deseaba hablar pero él se negó a hacerlo, dijo que no quería hablar.

No me sorprendía tanto su reacción, esperaba más una expresión seria e indiferente ante mi presencia, por ende tenía que darle su espacio. Decidí estar en la sala mientras divagaba un poco en el celular tratando ver vídeos. Todo estaba bien hasta que escucho la voz de mi padre llamándonos, su tono se escuchaba molesto y me llamó por mi segundo nombre, él nunca me había llamado así en ningún momento, ni siquiera cuando estaba enojado lo solía hacer, así que escucharlo decir ese nombre se sentía extraño, quizás ya no era merecedor del nombre que me heredó mi familia y del que compartíamos mutuamente. Al entrar a su cuarto se dispuso a hablar con nosotros, en especial conmigo, prácticamente lo que me quiso decir es que esto era algo que nunca podría entender, decía que no estaba dispuesto a hacerlo, me aclaró que no me correría porque después de todo yo era su hijo, en resumen, me dio a entender en sus palabras que quizás no aceptaba esto pero al menos lo respetaba. No dije mucho después de ello, entendí que este era su mayor esfuerzo para no dejarse arrebatar por el miedo.

La noche buena había llegado, pero esta no tuvo nada de buena en su título. Al despertar, mi hermana me dijo que mi papá pasaría todo el día con mi abuela ya que no había nadie quien la cuidara además de que él quería estar con ella. Fue la señal de que una tormenta estaba a punto de venir, nunca habíamos pasado un 24 de diciembre separados, son fechas que solemos tomar muy en serio para pasarla lo más unidos posible. A pesar de eso quisimos olvidar las nubes grises del cielo para tratar de gozar un día en familia aún si estaba a punto de caerse a pedazos, debíamos disfrutar lo poco que nos quedaba. No mentiré, fue la navidad más solitaria y triste que he tenido en mi vida, aún con la pizza que trajo mamá, las gomitas que compramos por montones, su sabor era dulce pero no nos llenaba, intentamos hacer que funcionara pero en la madrugada de la navidad nos sumergimos en nuestras lágrimas tratando de conciliar el sueño.

Al despertar quise ver como estaba mi mamá, así que al dirigirme a su habitación, cuando me asomé pude ver a mi papá sentado en la cama boleando sus zapatos, rápidamente hui y baje a la cocina, supuse que lo menos que quería era verme. Al llegar pude ver a mi mamá sentada en la mesa con el rostro perdido, le pregunté si había sucedido algo, ella respondió que mi papá ya no viviría con nosotros… Yo quedé algo estupefacto ante sus palabras. Esperaba todo menos esa acción, entendía toda la confusión, su miedo y su forma de pensar, lo comprendía completamente pero jamás esperé algo así, sabía que al contarle la verdad mi papá condenaría nuestra relación de padre e hijo, lo tenía muy claro en el momento que sucedería, pero ¿También tendría que sufrir mi familia? Estaba molesto y desconcertado de la decisión que tomaría él, podía aguantar las miradas de desaprobación, el poco intercambio de palabras que nos daríamos de ahora en adelante, todo lo que tendría que afrontar, y ahora… por desgracia mi familia estaría arrastrada en esto también.

Traté de disculparme con mi madre, aunque ella negó mis disculpas diciendo que estaba dispuesta a todo por sus hijos, porque su amor hacia nosotros era tan grande que nada podría superarlo. Yo sabía bien que mis palabras ahora no existían ante sus oídos, no quería empeorar las cosas, pero mi mamá se dispuso a hablar con él porque ella es una adulta audaz. Tan sólo pude imaginar el arduo camino por el que tendríamos que recorrer, imploré tratando de buscar algo bueno en nuestro futuro, porque tenía la esperanza de que quizás volveríamos a sonreír tarde o temprano.

Pude escuchar los pasos apresurados de mi papá bajando las escaleras, asumí que ya estaba a punto de irse, así que corrí a la esquina de la cocina para que no me viera, pensé que a lo mejor sería más fácil para él. Los pasos se acercaban más, pensé que se despediría de mi hermana solamente, pero oí la voz de mi padre llamando mi nombre justo atrás de mí, cerré los ojos por un instante para tomar valor y volteé para verlo a los ojos.

Recibí un abrazo suyo, pude sentirlo tan cálido y en un segundo se quebró en un enorme llanto, nunca lo había visto llorar, jamás había sentido la lluvia de sus ojos, podía escuchar sus disculpas mientras se aferraba a mi hombro en una voz temblorosa que me quebraba el alma escuchar. Quería acompañarlo en su llanto pero fue tan repentino, le había revelado tantas cosas y había expresado tanto que no sabía si podía abrirme un poco más. Sólo entendí que los adultos sufren cada día, que a veces es difícil estar al desnudo de la gente porque ésta puede dañarte. Tomé todo esto que me brindaba y dejé que entrara en mí ser, mientras me susurraba “Fuiste tan valiente al decirme algo así”; no sabía si mi acto intrépido era el de un adulto o el de un niño, no quise preguntar. Las mujeres de mi vida se acercaron para acompañarnos en este encuentro tan íntimo, solamente mi papá pidió un poco de tiempo y paciencia, ya no se iría de nuestro lado pero eso era lo que pedía. Asentí y seguí abrazándolo, porque lo que hizo fue por amor, soltar su miedo fue lo que causó que estemos aquí. Esto pudo fortalecer nuestra relación, ante los descuidos y sucesos inesperados son los que en estos últimos años me han permitido amarme a mí mismo. Aún si en el diluvio todo es oscuro, quedarán los matices coloridos al final de la tormenta.

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La Redacción

¡Sonríe, todo pasa, todo mejora! Equipo de redacción de Rosa Distrito.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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