SARAO: Sintonía

La siguiente historia forma parte de la convocatoria #Sarao2020 convocada por Robsmx en alianza con Codise AC, Guadalajara Pride, Puro Mole y Rosa Distrito. El objetivo de la convocatoria es impulsar la escritura de historias LGBTIQ+ del país. Como resultado se creó un libro digital con 17 historias que puedes descargar gratuitamente en www.librosarao.com.
Con el objetivo de seguir dando visibilidad a las historias que recibimos, las estaremos publicando semanalmente para que las puedan disfrutar tanto como nosotros. ¡Disfruta esta historia y compártela con el hashtag #Sarao2020!

Sintonía
Por: María Rodríguez

La soledad es como una energía más que forma parte de un cúmulo de sensaciones que rodean diario la mente de quien la siente. No es como la soledad física ni sentimental, más bien es como emocional. Soledad como falta de entendimiento anímico con otro ser humano. Falta de compartir emociones y energías que fluyan de la misma forma. Falta de sentir lo que se anhela tanto sentir. Falta de entendimiento.

Este pensamiento rondaba a diario la cabeza de M, quien era una mujer soñadora, con ganas vivas de comerse al mundo y de que se la comieran a ella. El tema en cuestión era que no quería ser comida por cualquiera. Solamente la energía intelectual de alguien podía emocionarla al punto de querer embriagarse del cuerpo ajeno y que sus deseos más carnales cobraran vida y florecieran desde lo más profundo de su ser. El sexo era un tema minúsculo pues no conocía una forma que le erizara la piel de manera tan interesante, pero sabía que existía un punto más alto, en la cumbre del deseo que no había descubierto aún. Era una mujer con necesidades físicas como cualquier otra, libre de mente y cuerpo, sin necesidad de ocultar lo que su cuerpo pedía y lo que su mente gritaba; el problema se presentaba entonces, cuando las ganas de ser entendida, más allá de las palabras y de la carne enérgica, no se llenaban con nada.

Una situación interesante puede presentarse hasta en un momento donde se considera que se tiene todo bajo control, y eso era algo que no rondaba muy a menudo por la cabeza de M, quien actuaba casi por inercia al día a día; fastidiándose de las cosas comunes y cotidianas, pero sin ser capaz de salir de esa rutina tan poco interesante para ella.

Esto no fue diferente aquel día, que sin más, salió a festejar el cumpleaños de una muy querida amiga y entre los globos, los abrazos, los tragos y los pasteles, conoció a una chica de la que ya había oído hablar antes, pero nunca había visto en persona. Esa interacción fue casi invisible para las dos: un saludo cortés y ya estuvo. No hablaron tanto y menos se observaron. La comodidad energética no era un tema presente en ese momento, ni siquiera para describir si existía o no. Simplemente actuaron como dos personas más, encontrándose una en el mundo de la otra, sin futuro y sin ganas de crearlo, totalmente invisibles entre sí.

Entre tantos días iguales, sin darse cuenta del tiempo, con excepciones de una noche y palabras intercambiadas, M no supo en qué momento profundizó en una plática casual y cotidiana con aquella chica que estaba en el cumpleaños de su amiga. Conversaron unos minutos de tonterías sin sentido, palabras graciosas y oraciones no muy enriquecedoras, pero sí muy divertidas; y fue entonces, cuando M se dio cuenta que disfrutaba de esa plática, por más sencilla que fuera.

No entendía la situación, ni tampoco había planeado que la conversación llegara a alguna parte, pero sucedió. A pesar de las interrupciones alternas y la poca comodidad del ambiente, las ganas de seguir conversando eran más fuertes, pero no era algo que despertara la intriga de ninguna de las dos.

Sin darse cuenta, los días transcurrían y los momentos juntas cada vez eran más recurrentes, más profundos en calidad y más largos en duración. M sentía que estando con ella, no había más mundo girando, solo existían la una para la otra y sospechaba que se estaba construyendo una amistad grandiosa, donde podía expresarse al cien por ciento.

A pesar de las ocupaciones, las prioridades y los malos ratos, ellas se elegían sí o sí todo el tiempo. No se sentaban a cuestionarse lo que estaba naciendo porque tampoco sospechaban de los sentimientos que se estaban creando en ese momento, simplemente actuaban como su corazón se los dictaba y corrían al ritmo del tiempo que no dejaba espacio para preguntas y dudas sin sentido.

La unión era fuera de este mundo y la conexión era cósmica.
Fue un día -ya muy común entre ellas- donde las conversaciones crecieron a un nivel tan grande que se creo una neblina desde la cima de la energía que se había construido y les fue imposible ver el final de la construcción oral que se llevó a cabo con tantas ganas y con tanto entusiasmo. Estas conversaciones ocurrían a menudo, lo hacían siempre dentro del carro de la chica, pues por alguna razón, este lugar era el favorito de ambas. Sin interrupciones, sin ruido exterior, música de su agrado y comodidad infinita; a pesar de ser comunes, ese día fue distinto, pues M confesó que le gustaba la voz de su nueva amiga. Esta confesión ocurrió sin más, salió sin previo aviso del cerebro de M, quien no sabía exactamente por qué había escupido esa frase, pero sabía que así lo sentía y que era verdad; a pesar de toda la maraña de confusiones que le generaba su confesión precipitada, no pasó ninguna incomodidad ni arrepentimiento, ni siquiera por un segundo.

Es interesante cuando otras personas hablan de los sentimientos tan intensamente y describen sus vivencias como algo que es difícil de explicar, pero muy sencillo de sentir, como si fuera lo que les tocaba vivir, lo que es para ellas. Es interesante cuando la música, la televisión, las personas que te rodean y los textos, hablan de experimentar el amor y lo diferente que es para todas las personas, pero siempre es intrigante cuando lo encuentras y no sabes cómo describirlo exactamente, pero puedes comprender todas las veces que alguien -o algo- más lo contó y el sentimiento que le generó.

Una noche imprevista, desde un plan sin expectativas y sin previo aviso, se encontraban en uno de esos lugares donde la luz es escasa y el ruido abundante. El alcohol corría por las venas de M, quien, para ese entonces ya tenía el cuerpo intoxicado con la mezcla irresponsable e inconsciente que ingirió durante la noche. La sensación no era agradable, pero tampoco molestaba. El ánimo que le provocaba era parecido al de un niño en una montaña rusa: un poco de miedo por no tener el control y no tener los pies en la tierra, pero sumamente feliz por la adrenalina que genera el momento.
Fue como un instante ciego, donde sin saber más, una idea se plantó en la cabeza de M, una idea que no la dejaba de seguir y tampoco quería pararla. M quería besar a la chica. No entendía el fenómeno, pero tampoco se lo cuestionaba, pues el alcohol ya cubría una gran cantidad de la sangre de su cuerpo.

Sin pensarlo dos veces, se lo dijo a la chica y esta no entendía la petición de M, pero al encontrarse en un estado de intoxicación similar, tampoco le prestó atención. Pasaron unos minutos, donde la terquedad de M ya era insoportable, la chica accedió a su petición con la esperanza de que así se quedara tranquila y pudieran seguir disfrutando de la noche.

En un abrir y cerrar de ojos, la chica depositó un diminuto beso en los labios de M e inmediatamente después su cerebro se paralizó y con él, también el lugar, la música, los colores de las luces fosforescentes y las voces de los que habitaban. Todo se miraba en una escala de grises más oscuros que claros y pocos destellos brillantes de color rosa fuerte giraban alrededor de M y del lugar; ella los miraba, pero no podía entender lo que estaba experimentando; una sensación densa, pero no negativa, tan fuerte como los latidos de su corazón, intensa, embriagante y satisfactoria hasta la última célula que compone su cuerpo.

Después de este cúmulo de sensaciones, no podía -ni quería- dejarlo así. Fue tan adictivo que decidió que necesitaba probar más de esa dulce sensación que hasta ese momento, había sido desconocida para ella. No dudó en pedir más y aunque al principio la petición fue rechazada por la confusión que generaba en la chica, al final del momento no hizo más que corresponder su petición, pero cada vez las sensaciones eran más fuertes, sus lenguas entraban y salían, querían correr pero estaban presas, sus labios jugaban y bailaban al ritmo de sus latidos sin poderlo controlar y sin querer hacerlo, el deseo embriagaba sus almas y anhelaban fundirse una en la otra, quitando del camino todo lo que estorbaba, lo que prensaba a sus endurecidos pechos. Se deseaban y no había manera de satisfacer sus necesidades en ese momento, pero querían hacerlo, se necesitaban.

Después de ese día, nada volvió a ser lo mismo. La amistad seguía existiendo, seguían hablando y entendiéndose como con nadie más lo hacían, pero se sumaron cosas a sus vidas que las hacían entenderse aún mejor y necesitarse cada vez más, aprovechando cualquier momento desocupado para estar juntas y contemplar las palabras que salían del alma de la otra, los sueños, los anhelos y las frustraciones desbordando alegría y deseo, así no se hablaran de sus deseos hasta que transcurrían horas y horas. Ya no había manera de controlar sus impulsos.

Para M, las emociones eran nuevas y adictivas; un deseo que alcanzaba proporciones cósmicas, realmente intensas y perturbadoramente excitantes, un amor fuera de este mundo, un amor que nunca había sentido antes y que jamás pudo explicar, ni siquiera con palabras -que eran su fuerte-.

La razón y el corazón no se equivocan, y aunque a veces pueda parecer que son enemigos, cuando se vibra en sintonía con alguien, ninguno de los dos puede contradecir esa energía. Pasaron horas, días y meses de desvelos en el teléfono, de madrugadas llenas de verdades y de miedos inexplicables, de confianzas trascendentales y de ánimos magullados, de fríos inviernos y de noches ardientes en la soledad de las camas en las que se anhelaban pero no se tenían; hasta que un día, después de analizar y entender que las emociones son… existen y no se pueden cambiar, y que los miedos es mejor conocerlos para que no molesten tanto, se dejaron fluir y se dejaron ser felices como lo merecían.

En la comodidad de un beso anhelado y de una conversación rica en energía y en espontaneidad, en el rincón de un aliento anhelante y expectante de caricias guardadas con ganas de desempolvarse con energía. Y fue entonces, cuando todas las noches y madrugadas, los días de alcohol y de pláticas largas en el carro, se volvieron parte de una vida compartida por ambas, donde reinó el amor y deseo emocional, anímico y carnal de una piel morena contra una blanca que se retorcían juntas, haciendo un equilibrio perfecto entre las sensaciones cósmicas y las ráfagas de placer que bombardeaban los cuerpos inmersos en sus sentires dulces y eróticos.

Se sumergieron en el mar de sus líquidos corporales y se regalaron experiencias inolvidables de contracciones corporales nunca experimentadas, sacadas de lo más glorioso que tiene el mundo, encontrando el núcleo de las estrellas, las mismas que son responsables de la lava ardiente que erupciona después de hacer estallar con fuerza habida el volcán que las hace ser ellas.

Amor por ella. Amor por una mujer valiente, fuerte, apasionada e impredecible. Amor por una mujer llena de terminaciones nerviosas corporales e intelectuales, llena de ganas de ganar y de pérdidas que perder, llena de ambiciones excitantes y de pasiones incitantes. Amor por una mujer que parece niña cuando sonríe, pero que de niña no tiene nada. Independiente, brillante, inteligente y responsable. Cariñosa, sensible, extremadamente sexy, haciendo sucumbir a sus deseos volviéndose míos también. Haciéndome partícipe de su vida y compartiendo su energía con la mía.

Amor del que es difícil hablar. Amor que es difícil de explicar. Amor a una mujer de ojos brillantes, oscuros y hermosamente puros. Amor a una mujer con una voz embriagante y llena de matices intrigantes. Amor a una mujer de nombre que eriza la piel y que genera adicción. Amor a Frida.

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La Redacción

¡Sonríe, todo pasa, todo mejora! Equipo de redacción de Rosa Distrito.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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