Química digital

Advertencia de contenido:

Este texto contiene lenguaje explícito y temáticas sexuales, dirigido exclusivamente a personas mayores de 18 años. Los hechos narrados están basados en experiencias reales, pero también contienen elementos de ficción añadidos para intensificar la narrativa. Se recomienda discreción y criterio para su lectura.

Despertar el instinto sexual es una fuerza interior que te llena de adrenalina, más cuando eres un joven que está experimentando el deseo. Y vivir esa emoción con alguien que atraviesa lo mismo que tú es una experiencia alucinante.

Recién había cumplido los 18 años y apenas comenzaba el auge de las redes sociales como Metroflog, Fotolog y MySpace. Sin embargo, si querías ligar siendo gay, no había herramienta mejor que LatinChat.

Como inexperto, pero con la calentura a flor de piel, siempre hacía mis pesquisas en los foros para encontrar con quién conversar y, si todo fluía, dar el siguiente paso: coger o, al menos, mamar. Sin embargo, siempre me daba miedo porque no sabía quién estaba detrás de su computadora. Imaginaba a un señor rabo verde o alguien que, de plano, no me gustara.

Pero bueno, el que no arriesga, no gana. Y así estuve muchos días platicando con extraños vía chat hasta que di con un perfil que llamó mi atención: era discreto como yo y solo buscaba morboseo, tal vez masturbación mutua o algo más fuerte según la química. Yo inicié la charla y me contó que estaba por comenzar la universidad, que le latía la carrera de Ciencias de la Comunicación. En ese tiempo esa carrera estaba muy de moda, pero seguía siendo una licenciatura que solo se daba en universidades de paga. Yo también estaba entusiasmado con estudiar lo mismo y ahí, de nuevo, hicimos match.

Me dijo que le gustaba el deporte, sobre todo la natación, y que iba a una alberca pública para entrenar. Eso, de inmediato, me hizo querer conocerlo más. Me imaginaba sus abdominales, que los rozaba y que él me dejaba contemplarlo de pies a cabeza.

Durante varios días nos escribimos y, casi siempre, después de finalizar la conversación yo me masturbaba imaginando situaciones románticas con él: que nos dábamos besos apasionados, que cogíamos sin saber en realidad cómo era ese acto, porque ambos éramos vírgenes. Incluso llegué a pensar que me casaría con él y que nos iríamos a vivir lejos, en secreto, pues los dos estábamos en el clóset y, al menos en esos años, ninguno de los dos tenía la intención de revelarle nuestra orientación sexual a alguien más.

El chavo siempre quería que se diera el momento de vernos, pero a mí me daba pena, pues si bien con las charlas intuía que él era guapo y atlético, tal vez cuando nos viéramos cara a cara podría desilusionarse, porque yo no era hegemónico. Sin embargo, había que intentarlo.

Un viernes por la mañana, antes de ir a la escuela, me escribió y me dijo que después de la natación estaría libre, que podría acercarse a mi casa siempre y cuando no viviéramos tan lejos el uno del otro. Resultó que casi éramos vecinos: al darle mi dirección, su casa le quedaba a 20 minutos en bicicleta. Coincidió que mis papás no iban a estar, así que todo confabuló a nuestro favor.

Temí que no fuera a llegar, pues todos sabemos que en eso del ligue virtual no siempre sucede que conozcas en persona a la gente con la que hablas. Pero sí llegó. Traía puesta una licra deportiva, como de entrenamiento; llegó fresco y agitado después de nadar. Solo pasó a su casa a darse una ducha y tomar la bici para acudir al encuentro conmigo.

Al darle la bienvenida tuve un subidón de adrenalina, pero también de miedo, pues podría ser que no le gustara. Pero ya en el momento los dos estábamos tan calientes que todo se dio: por encima de la licra ya se le veía la verga erecta.

Me dijo que tenía poco tiempo, así que lo aprovechamos. Ya en la sala de mi casa, con la imagen de la Virgen de Guadalupe frente a mí —como si estuviera viéndome con ojos inquisidores—, le bajé la licra y se asomó su enorme verga morena, gruesa y venuda frente a mí. Él era como lo imaginé: moreno, alto, cuerpo tonificado, de espalda ancha y glúteos firmes, duros como roca. No tuve más remedio que meterme a la boca su delicioso pene, que comenzaba a lubricarse cual reluciente manzana en el supermercado que te llama a que la muerdas.

No puedo decir que fui el más hábil, porque era la primera vez que le hacía sexo oral a alguien. Además, el momento duró poco, tal vez unos diez minutos. Yo lo veía ahí parado frente a mí, con los ojos cerrados, disfrutando de la experiencia. Sentí envidia incluso, porque yo quería sentir lo mismo que él, pero al parecer él no estaba dispuesto a hacerme el oral a mí. Apenas me desprendí de su pene, se vino rápidamente.

Se subió la licra, me dijo “gracias”, tomó su bici y se fue. Después lo busqué en el chat para seguir conociéndolo, pero él comenzó siendo frío y después dejó de contestarme. Tiempo después entendí que solo fue un momento de calentura. No volví a saber de él hasta que, un día, al prender la televisión lo vi actuando en una telenovela. Sí, se convirtió en una estrella de melodramas, series y películas.

Atte: El chico del chat.

mm
La Redacción

¡Sonríe, todo pasa, todo mejora! Equipo de redacción de Rosa Distrito.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 17 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

Encuéntranos en redes sociales.