No me había sentido tan ofuscado como ahora. Acabo de tomar una decisión que para mí es muy importante y que me cuesta trabajo asimilar, compré un departamento y tal acción me ha hecho darme cuenta que con todo y los 33 años que me cargo encima, me siento un chamaquito inmaduro e inexperto aprendiendo a ser adulto.
Tener mi propio espacio ya me lo había planteado al menos desde hace cuatro años, pero siempre encontraba un pretexto para postergar el hecho que ahora mismo está sucediendo, no es que me den miedo las responsabilidades, pero una como ésta, es darme cuenta que ha comenzado un nuevo ciclo en mi vida y sí, los cambios dan mucho miedo.
Mi primera preocupación es que tendré que buscar nuevos ingresos porque hacerte cargo de ti mismo cuesta, y cuesta mucho. Y no es que antes no me hiciera cargo de mí mismo –desde que tengo 18 años me mantengo– pero sí que ahora el panorama es distinto, claro, cuento con el apoyo de mi familia, de mi mamá sobre todo, pero me doy cuenta que crecer duele.
Y no lo digo en un sentido pesimista o de sentirme depresivo, es más bien un momento catártico por el que paso en el que me doy cuenta que estoy madurando, que si hago un análisis de conciencia, sé con mayor certeza lo que quiero para mi vida y es una nueva aventura que me genera muchas mariposas en el estómago.
Sé que a mi edad, en esta sociedad de contrastes, yo tendría que estar casado y al menos con dos hijos, tener una casa, un coche, un perro y salir de vacaciones al menos una vez al año. Son metas “heteronormadas” con las que crecimos los de mi generación, porque aunque somos el inicio de la vida digital, somos el final de la vida análoga y justo en ese punto de transformación nos encontramos, crecimos con las reglas de los viejos para entender las que estaban formando los nuevos.
Y aunque estoy seguro de quién soy, esas “aspiraciones” se quedaron en mi conciencia gritando, “si tus amigos ya lo hicieron, tú también”. Al universo gracias, entendí que cada persona tenemos un proceso distinto en esta vida y que cada quien crece a su ritmo y a sus objetivos, si algo no se ha dado, solo hay que ser persistente y paciente, llegará, y si no, pues a otra cosa mariposa.
Tengo 33 años, estoy soltero, no sé conducir, me encanta escribir, soy un desastre, me quiero mucho, estoy madurando, y sí, ya tengo mi departamento.
- Foto de Elizabeth Barrera.