Recientemente uno de los temas que ha ocupado grandes titulares en México es la ola de acusaciones por violación en contra de hombres que actúan bajo la protección de la sociedad y el Estado con completa impunidad. El juicio público que se lleva a cabo en redes sociales tan pronto como se publica una historia (de las afortunadas que sí llegan a los medios), es rápido para declarar como culpable a la víctima y asegurar que «el pobre hombre» debe ser solo un chivo expiatorio de aquella cosa del demonio llamada feminismo.
Lo peor es que no se trata de México como caso aislado; en todo el mundo la empatía por estos casos y la justicia son las grandes ausencias para quienes sufren abuso sexual.
Sohaila Abdulali es una autora nacida en Mumbai, India. En 1980, a sus 17 años, recién acababa de mudarse junto a su familia a Estados Unidos donde planeaban vivir; ella y su padre regresaron a India para pasar vacaciones junto a su abuela mientras su madre y hermano permanecieron en el país norteamericano. Una noche, estaba con un amigo cuando fueron interceptados por cuatro sujetos quienes los forzaron a ir a la montaña, los hirieron a ambos, ella fue violada y a él lo amenazaron con castrarlo, estuvieron a punto de matarlos pero cambiaron de parecer cuando sus víctimas les prometieron que no habría denuncia. ¿Qué razón le dieron estos hombres para hacerles lo que les hicieron? Ella estaba con un hombre paseando en la noche por lo tanto era una «puta inmoral y merecía ser castigada»
Su libro «What We Talk About When We Talk About RAPE» (De lo que hablamos cuando hablamos de violación)* no es solo un recuento de su experiencia con todo lo que vino después de esa noche, sino también incluye las historias de numerosas mujeres (y hombres) que han experimentado abuso y reflexiona a su vez, cómo es el actuar de la sociedad en estos casos, la revictimización, injusticia, reparando también en que una violación no tiene por qué definir el concepto de la persona, sus acciones ni su destino y rechazando la noción que se tiene sobre el «honor» que se le quita a la persona al violentarla haciendo énfasis en que no hay acción que dictamine a nadie como «merecedor» de un abuso sexual.
«Si rechazo la noción de que la violación quita el «honor» de las mujeres -y lo hago- entonces ¿qué es lo que te quita? Creo que mucho de lo que tiene qué ver con tu derecho a disfrutar»
El principal mensaje que nos comparte Sohaila es el de dejar de definir a las personas por un hecho trágico, pues las decisiones que toman y el cómo siguen con su vida dice mucho más de ellas que lo que un extraño (o conocido) les hizo; pero sobre todo, quitar el estigma social de que la víctima es la única responsable por «atraer su propia desgracia» al estar vestida de forma «inadecuada», andar por las calles a altas horas de la noche (solx o acompañadx) pues lo que un criminal le hace a alguien dice más sobre sí mismo que sobre la persona a quien ataca.
La respuesta que como sociedad damos ante estos casos es lamentable no solo desde el punto de vista hacia el caso público que se comenta, tenemos de igual forma que la cultura de prevención también enfoca sus esfuerzos en el cuidado ante los criminales y no en acciones para eliminar eficazmente el deseo de cometer este tipo de delitos desde la educación cultural y empática. En estos tiempos, vivimos tan apegados al individualismo que reparamos muy poco en lo que está pasando a nuestro alrededor, un cáncer que celebra el egoísmo y castiga a quien pide que alguien se ponga en sus zapatos.
Y es que la violación encierra mucho más que solo un encuentro sexual forzado, es una representación del egoísmo que como individuos caracterizamos y además, un juego de poder en el que el agresor se coloca ante la víctima como un ente superior en fuerza y voluntad que somete a otro al escarnio como forma de castigo por hacer algo que a su juicio, no es correcto y por eso te lo mereces: «andabas vestida provocativa, te voy a dar lo que te toca», «Me coqueteaste en el bar, quieres estar conmigo ¿ahora me dices que no? ¿cómo te atreves a insinuarte y luego dejarme como si nada?.»
«No hay razón suficiente para violar. O lo estás haciendo para causar un daño explícito, o porque quieres sexo y no entiendes o te importa que la otra persona no lo quiera. [El] homicidio justificado existe (por ejemplo, si matas a alguien para detener una violación), pero ¿violación justificada? ¿Alguna vez tienes la necesidad de violar a alguien para detener otro crímen? Las únicas personas que abiertamente justifican la violación son aquellos que dirigen grupos descarados que promueven el odio a la mujer y donde las mujeres son objetos.»
Somos muy dados a proclamar frases del tipo «ten mucho cuidado» sin reparar en el trasfondo que estas simples palabras guardan:
«Hablar sobre ‘prevención’ es algo tramposo, porque, si sabemos que la culpa es de los hombres que violan, ¿por qué deberíamos hablar con mujeres y niñas sobre prevención? Si les decimos a nuestras hijas (e hijos) cómo mantenerse seguros, ¿no estamos diciéndoles también que es su culpa si algo les pasa?»
Vemos la violación como un castigo por no cuidarte lo suficiente o por estar haciendo algo incorrecto, creando una narrativa en la que mereces ser violentado sexualmente por tus «crímenes», nos reímos cuando se implica que un criminal será abusado en la cárcel, vanagloriamos ese castigo pero, si el delincuente lo «merece» por sus crímenes ¿qué pasa con aquellxs que son inocentes y de igual forma son castigados? ¿Cuáles fueron sus delitos? ¿Andar solxs en la calle, no cerrar su habitación con llave? Nadie, nadie merece ser violentado sexualmente.
¿Por qué no se habla de violación? ¿Por qué no quitar el tabú al tópico y finalmente aceptar que la violación se sigue dando por la renuencia a hablar de manera clara y sin tapujos al respecto? ¿Por qué el miedo de autoridades, docentes y padres de familia a tratarlo?
El primer paso es hablar abiertamente sobre el tema, dejemos de pretender y hacer la vista gorda condonando a los agresores sin darles a conocer que lo que hicieron estuvo mal e hirieron a alguien. Necesitamos más voces como la de Sohaila, libros, discusiones en espacios públicos, en casa -¡en la escuela!- necesitamos emprender un nuevo camino hacia la empatía, dejar de ver la agresión sexual como algo normal y preparar acciones no para prevenir a alguien de ser violado sino para evitar que los violadores sigan violando.
Como en muchas lecturas feministas y del tipo, aún no contamos con una versión traducida al español del libro, pero si tienen oportunidad de adquirirlo en inglés (sobre todo si eres docente) tiene una escritura amigable con el lector (a diferencia de la mayoría de textos académicos en español), soberbia y real, te incomoda y te hace reflexionar, todos esos elementos que debe tener un texto si busca hacer un cambio.
Lee:
Sohaila Abdulali. «What We Talk About When We Talk About RAPE». Editorial The New Press.
Ve:
Sohaila Abdulali: Consentimiento y Poder: https://cutt.ly/awODbwd
Notas:
*El título y las citas del libro son traducciones mías.