Historias cotidianas que nos suceden a las mujeres; no normalicemos el abuso, el acoso y la violencia

Estando en casa de mi abuela, mi prima y yo salimos a la calle a jugar a las escondidas, nos metimos a un lote con mucha hierba, muy alta… enseguida salió un hombre jalándose el pene, sonriendo nos miró y nos dijo: “Hola niñas, miren, así tienen los hombres”.

Estaba en secundaria, vivía en un barrio popular e iba caminando hacia la biblioteca para hacer una tarea; justo antes de llegar, un hombre me habla desde su carro estacionado en ese misma acera. Recuerdo que me preguntó algo que no le entendí, por lo que me acerque un poco más y fue cuando me dijo que si quería verga, señalaba su pene erecto fuera de su pantalón, se masturba, excitado y perturbado; trato de jalarme de la mano, corrí tan fuerte como puede.

En el bachillerato tomaba uno o dos autobuses para llegar a la escuela, era sábado y mi amiga y yo íbamos a entrenar basquetbol porque estábamos en la selección del plantel. Era alrededor de las 10:00 de la mañana, el autobús iba con muy poca gente y había muchos lugares vacíos, después de un rato metidas en la plática, no nos habíamos dado cuenta que frente a nosotras iba parado un hombre masturbándose, sacándose el miembro por el bolsillo.

Pasaba muy seguido por ahí, era la iglesia donde cada domingo nos llevaban mis padres a la misa para niños. Me gustaba llegar a platicar con el señor que atendía la notaría, era hijo de mi catequista, lo conocía de hacía mucho tiempo, ese día me dijo que lo acompañara a la otra oficina, cerró la puerta y puso sus manos alrededor de mi cuello, yo tenía 16 años, comenzó a acercarse, quería besarme.

Un día un tío nos llevó a la Plaza de los Mariachis, le gustaba mucho cantar, estando ahí con el mariachi, había un músico, recuerdo tocaba la trompeta y también de repente me tocaba a mí, yo solo lo veía ofendida y muy avergonzada.

Cuando trabajaba en una oficina mientras cursaba la carrera de Comunicación, iba caminando por la calle rumbo a la oficina, cuando un hombre montado en su bicicleta venía detrás de mí y metió su mano entre mis muslos, hasta lo más profundo que le fue posible, dándome el más asqueroso apretón mientras se seguía de largo. Grité enfurecida, “¡Ven agárrame acá hijo de puta!” Solo volteó y lanzó la sonrisa más burlona y humillante que yo recuerde.

Foto de Luz Fuertes para Unsplash.

Mientras regresaba a mi casa después del trabajo, tomaba el tren ligero, de la oficina a la estación eran alrededor de 3 o 4 calles, la estación era subterránea y quizá fue lo que me salvo aquella tarde. Iba caminando y una cuadra antes de llegar, un hombre en su BMW no dejaba de seguirme e invitarme a subir a su coche, ofreciéndose a llevarme, a pesar de que me negaba y caminaba lo más rápido que podía, se bajó del coche y corrió tras de mí, estaba a unos metros de entrar a la estación, a casi nada de atraparme logré entrar y correr por el pasillo, esa vez yo estaba a salvo.

Aún recuerdo la cara de todos y cada uno de los hombres de estos momentos que sucedieron en mi vida. Y así como estas historias, hay muchas más que son tan parecidas a las de mis hermanas, a las de mis amigas, historias que afortunadamente hoy puedo contar y que acabaron con un mal sabor de boca, un terrible susto, mucha impotencia y vergüenza.

Pero desafortunadamente hay muchas más historias donde otras mujeres no tuvieron la misma suerte, porque fueron golpeadas y abusadas sexualmente, hasta podría decir que afortunadamente fueron tiradas inconscientes por alguna calle sola y oscura, y lo digo así porque también están la historias de mujeres que fueron mutiladas y asesinadas.

Son historias tan reales y tan actuales, que son inspiración perfecta para cientos de novelas de terror, historias que no quisieras contarle a tus hijos, o mejor dicho, que no quieres contarle a nadie.

Está claro que la violencia genera más violencia. Y efectivamente, ya fuimos violentadas, abusadas y asesinadas. Yo no sé si todas esas mujeres que se manifestaron recientemente, repudiando estos actos con gritos de guerra, con armas, con tanta violencia, hayan vivido experiencias tan desagradables, pero seguramente conocen a alguien que sí las tuvo. No sé si sea la manera correcta de hacerse ver y escuchar, pero definitivamente muchos volteamos.

Y aunque muchos, entre ellos mujeres, se hayan ofendido por la pinta de los monumentos, preferiría que en lugar de criticar, se unieran a la lucha, porque no es solo de unas cuantas. Desde nuestra trinchera, sumémonos, enojémonos y enloquezcamos, mejor que hayamos mujeres locas y no asesinadas.

Hay historias que no podría contar, que hasta hoy siguen doliendo y me queda claro que mis hijos tienen que librar solos sus batallas, pero sí en mis manos estuviera evitarles esas vivencias, con mis propias manos yo desgarraría a quienes quisieran hacerles daño.

Imagen principal de la columna, de Melanie Wasser para Unsplash.

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Jaqueline Vidales

Soy una mujer de distintas facetas: creativa, profesional, esposa y madre. Amo a mi familia, valoro a mis amigos y disfruto del tiempo que paso con ellos. Abro mis sentidos a las experiencias más enriquecedoras de la vida.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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