La fotografía ha marcado la vida de Eva Becerra y con años de experiencia en la mirada, esta mujer originaria del poblado de San Cayetano, de Unión de Tula, decidió poner una pausa a las coberturas cotidianas del periodismo.
Aunque el yoga llegó a brindarle un giro radical a su forma de vida, su paso por las redacciones fue, es y seguirá siendo importante. Sin pensar que sus primeros acercamientos con la fotografía desde su infancia marcarían parte de su rumbo de manera profesional, Eva fue la primera mujer en sacudir el departamento de fotografía del periódico El Informador, en donde comenzó a cultivar un apasionamiento enorme por los deportes que la llevó a recorrer algunos de los estadios más importantes del mundo.
Tras estudiar Diseño Gráfico en la Universidad de Guadalajara, Eva determinó que su talento no se vería limitado a la rutina de una oficina y sin pensarlo aprovechó las coincidencias de la vida que la animaron a sumarse a la agenda habitual de fotografía en Guadalajara sin tener un medio de comunicación o un salario de respaldo. Ella dice que fue amor a primera vista.
Poco a poco el nombre y relevancia de las mujeres comenzó a ganar territorio en un oficio, entonces, ejercido principalmente por hombres, en los que Eva encontró arropó, compañerismo y la oportunidad de traducir sus inquietudes visuales al formato impreso.
Cautivada por la adrenalina deportiva, Eva pulió su ojo en los estadios, siendo en su momento, la única mujer apuntalada al filo de las canchas hasta llegar a las primeras planas de Record, el diario deportivo que abrió camino y concepto hacía las coberturas deportivas.
Aunque los años de gloria no han terminado para Eva, enfrentar un despido masivo la colocó ante una nueva Eva que le hizo ver que la vida no termina cuando la cámara se apaga. Ahora, como maestra certificada de yoga, Eva sigue explorando la fotografía a través del colectivo de fotógrafas Mirada Tapatía.
Norma Gutiérrez (NG): ¿Qué te acercó a la fotografía?
Eva Becerra (EB): Todo empezó muy amoroso. Tenía un novio que era fotoperiodista y empecé a ir a eventos acompañándolo y así vi cómo trabajaban los fotoperiodistas, me sorprendí y dije que quería hacer eso. De ahí ya fue pura casualidad, porque él empezó a tener dos trabajos, uno en una agencia y otro en un periódico, y a veces se le cruzaban los eventos y yo empecé a hacerle el paro, yo iba a los eventos por él, publicaban mis fotos con su crédito y a mí no me importaba, yo lo que quería era tomar fotos.
Así conocí a Humberto Muñiz y Héctor Guerrero. Al tiempo, Humberto, quien estaba dando clases de fotoperiodismo en el ITESO, me invitó de oyente a sus clases y Héctor me dijo que cuando se abriera alguna oportunidad de trabajo él me recomendaría y esa oportunidad se dio en El Informador. Había vacantes, pero que nunca había entrado una mujer, que si entraba era bajo mi propio riesgo.
Yo solo tengo hermanos y desde chica era muy natural relacionarme con hombres, por así decirlo, y aunque había por momentos un sentido de competencia intrínseco, no era algo a propósito, para mí era natural estar rodeada de hombres, me era muy sencillo amistar con ellos.
NG: Durante estos acercamientos a la fotografía ¿cómo cambiaron tus expectativas?
EB: Yo estudié diseño gráfico en la Universidad de Guadalajara y nunca me visualicé trabajando solamente en una computadora durante horas y horas. Cuando estaba por terminar la universidad, un amigo me recomendó para la Coordinación de Servicios Estudiantiles, necesitaban que alguien diera talleres de arte, que esa parte también me encanta, y eso se me facilitaba, yo ya había tomado clases optativas en arte, entonces apliqué para el trabajo y me lo dieron.
A la par de todo eso fue cuando empecé a ir a los eventos a tomar fotos. Nunca trabajé como diseñadora. Salí de agosto de la escuela y la vacante en El Informador se dio en enero del siguiente año.
NG: ¿Qué soñabas con ser cuando eras niña?
EB: Yo quería ser todo, tuve mi etapa de querer ser doctora, maestra y bombera. Soy de San Cayetano, de Unión de Tula, pero desde muy chiquitos nos mudamos a Zapopan. En la secundaría soñaba con ser diseñadora de modas y me metí al taller con Corte y Confección, pero en ese tiempo no había carreras como tal, y mi mamá me decía que esa opción no estaba en nuestra realidad.
NG: Antes de adentrarte más a tus gustos por el arte y la fotografía ¿Cuál era tu perspectiva sobre las noticias?
EB: De eso fui consciente hasta la preparatoria, cuando estaba el periódico Siglo XXI yo leía Tentaciones, me encantaba ese suplemento y empecé a leer más. En la preparatoria tenía un compañero que también tenía una visión muy hacia afuera de lo que pasaba con las noticias; con él compartía muchas ideas sobre qué pasaba en la ciudad, a leer más periódicos. Él empezó un club de lecturas de diarios y soñábamos que haríamos un periódico en la escuela, así empecé a identificar los nombres de los fotoperiodistas en ese tiempo: Humberto Muñiz, Rafael del Río, Angélica Jurado, Marco Aurelio Vargas.
NG: ¿Te imaginabas que serías colega y amiga de ellos?
EB: Jamás, simplemente admiraba esa parte ilustrativa y creativa de ellos, porque desde niña me gustaban las cámaras. A los 11 años le pedí a mi papá una cámara de regalo y me compró una 110, él ya tenía una profesional y quizá por eso ya tenía una atracción muy presente sobre la foto.
Mi papá usaba su cámara para tomarnos fotos a nosotros, sus hijos, era algo muy familiar, y hasta en la preparatoria se la pedí prestada porque estaba en una optativa de fotografía y me dijo que no, que yo no estaba en edad de saber cuidar un equipo así, yo no lo entendía y después me di cuenta de la razón que tenía.
En la universidad me prestó esa cámara y después, no recuerdo si en un cumpleaños o en Navidad, me la regaló, es una Pentax que conservó junto a la 110. Siempre tuve una relación con la cámara, pero no imaginé que se podía vivir de esto. Eran pistas y todo se fue armando como un rompecabezas.
NG: ¿En qué momento consideraste que tenías ‘buen ojo’ para la cámara?
EB: El maestro de fotografía en color que tuve me dijo que tenía ‘ese ojo’, ‘un algo’, y me dejé inflar el ego, de ahí no solté la cámara, la llevaba a donde fuera, le di rienda suelta. En la escuela me metí a un concurso y lo gané con un retrato de una señora en el Centro. Como que ese tipo de cosas ayudaron a ir armando mi caminito.
Cuando conocí a Humberto Muñiz me emocioné, porque yo veía sus fotos, me dijo que si tenía curiosidad por la foto era importante que me educara. Yo jamás había escuchado hablar de un fotoperiodista mexicano en cuanto a historia, y gracias a Humberto se fortaleció ese gusto, empecé a nutrirme, a leer.
NG: ¿Cómo fue llegar a El Informador?
EB: Salí de la universidad en agosto del 2000 y entré a El Informador en 2001, estoy segura que fue el 23 de febrero. Yo siempre decía que era espontánea como los toros, quería echarme ese toro y me aventé.
Entonces no tenía un gusto personal por alguna fuente, yo solamente quería usar la cámara. Me di cuenta que diseñaba desde la foto, que eso le puede ayudar mucho al periodismo, porque en diseño gráfico no puedes ejercer solamente tu arte, tienes que crear un discurso y un elemento comunicativo con lo que quieres decir y quien lo ve lo entienda, yo trataba de hacer eso con mi trabajo.
Cuando entré a El Informador era cubrir de todo, hasta sociales, que quizá sea algo que a algunos les moleste, pero hay muy buenos fotógrafos de sociales. Yo cubrí de todo, pero la fuente que no me gustó era seguridad y eso que no me tocó cubrir muertos, simplemente el ambiente era muy desgastante para mí, no me sentía tan cómoda, pero había algo dentro de mí que me decía no, eran sensaciones.
A la par empecé a ver fotos de agencias y las más impactantes eran las de guerra, también se me hacían impactantes las fotografías de futbol, las veía y me preguntaba muchas cosas, cómo las hacían, qué óptica, todo.
NG: Al estar ya en un medio con la presión que implica ¿cambió tu idea de la fotografía?
EB: En ese tiempo me tocó usar rollo, bajábamos al laboratorio, revelábamos y encontrarte con esa magia total de la fotografía, no era que la podías ver en la pantalla de la cámara o ahora con los teléfonos y ver qué habías tomado, ahí forzosamente tenías que saber manejar desde un principio la luz, poner el rollo y a veces se te olvidaba ponerlo, era equivocarte, porque invariablemente te pasaba.
Yo no tenía la carrera técnica, sí tenía algunos fundamentos que aprendí en las optativas en la escuela, pero no con la velocidad con la que pasan las cosas en el periodismo, ahí tienes que aprender sobre la marcha. Tenías que saber ahorrar tus fotos, no es ahora que a las cámaras les caben miles de fotos, antes tenías 36 oportunidades para sacar una buena foto y todo eso lo fui aprendiendo porque tuve compañeros maravillosos que siempre procuraban estar atentos.
NG: ¿Te sentías arropada por tus compañeros fotógrafos en El Informador?
EB: En El Informador había hombres de distintas edades, de jefe estaba Carlos Hernández y Rodolfo “Rudy” Rosales; estaban distintas generaciones, pero se estaba dando una nueva con Héctor Guerrero, Luis Cisneros, Jorge Rangel, Chema Burgos, por ejemplo.
Creo que ellos no lo hacían con el propósito de cuidarme, creo que había mucho compañerismo y no porque yo fuera mujer, era porque a quien hubiera llegado, fuera hombre o mujer, así lo cuidarían también. Creo que esas nuevas mentes que estaban ahí -yo tenía 22 años- tenían esa naturaleza humana, no era que pensaran o actuaran de ‘la mujercita que acaba de llegar, hay que ayudarle’.
NG: ¿Cuáles fueron las primeras asignaciones que más recuerdas?
EB: Cubrí mucho Gobierno del Estado con Francisco Ramírez Acuña, ahí empezaron las giras hacia el exterior de la zona metropolitana. Yo pensaba que como te tenías que levantar temprano, nadie más quería ir a esos eventos, pensaba que me lo ponían por ser la nueva, era levantarte a veces a las cuatro de la mañana.
Creo que las coberturas de seguridad eran las que más incomodaban y me costaban trabajo, no era lo mío. Las asignaciones que más disfrutaban sí eran las de gobierno, por ir a conocer más lugares y el ambiente entre los reporteros de esa prensa era muy lindo. Antes no era de que te llevabas la computadora y mandabas tus fotos, había alguien que las llevaba a los medios, porque tú regresabas hasta la noche de las giras.
NG: Ya estando en el ruedo de la fotografía de tiempo completo ¿qué te decía tu familia? ¿Cómo cambió tu dinámica personal?
EB: Eran muchas broncas, porque estaba haciendo algo que no había estudiado. Poco a poco toda mi familia me apoyó, pero mi papá desde el principio lo hizo, me decía que si esto era lo que quería hacer, que lo hiciera. Creo que mi mamá fue la más difícil de que lo entendiera.
En mi entorno comenzaron mis ausencias, de no poder ir a cumpleaños, de no tener libre un domingo porque me tocaba guardia, aunque yo estaba feliz, empecé a notar que la gente que me rodeaba fuera del medio, eso no les hacía feliz, te empiezan hacer a un lado, pero es natural. En ese momento no te imaginas hacia dónde vas.
NG: Marcaste parte de carrera por tu gusto en la fotografía deportiva ¿Cómo se dio ese enfoque?
EB: Cuando me empiezan a gustar los deportes visualmente, pedí que me mandaran al futbol y comenzó a irme bien en eso, dejé eventualmente las otras fuentes. Estando en la FIL con El Informador, entonces ya había dos cámaras digitales, una estaba en la feria y otra en la oficina y recuerdo que me hablaron y me dijeron que me llevaría una de esas cámaras a un partido acompañada por Luis Cisneros y yo era la más feliz de mundo, no me importaba dejar FIL aunque era de lo que más gozaba.
Me fui al partido de Chivas-Toluca con esa cámara y me fue muy bien, me llevé la portada con una foto de Yahir García, era de un festejo, metió el balón en su camisa, alzó el puño y tenía una sonrisa increíble. Era mi primer partido formal de futbol, antes iba a ver qué me salía, no era la titular de las coberturas. Me dijeron que mi foto era muy buena, me sentía muy orgullosa.
Para 2003, cuando empezó una nueva temporada de partidos, pedí que me mandaran la futbol y me dijeron que no, ahí topé con pared, había un freno. No sé si era en general o si porque era mujer, pero era muy chistoso, porque los reporteros y fotógrafos sí querían que me mandaran, pero el freno veía de otro lado.
Yo agarré mucho sentimiento, no solo me pasaban cosas así en el trabajo, mi hermano había tenido un accidente y cuando pedí que me dieran chance de acompañarlo a revisión, justo me ponían un evento minutos antes, yo decía eso no estaba bien. Yo tenía dos opciones, hacer que esas situaciones no me afectaran o usarlas de coraje para tomar otra decisión, que fue lo que finalmente pasó: renuncié.
A la par pasaban cosas padres en El Informador, una de las cosas que más recuerdo y que me marcó en fotografía, fue en un concierto de Vicente Fernández con Alejandro Fernández en el Estadio Jalisco, en ese tiempo la carrera de Alejandro estaba despegando, y fue muy simbólica esa foto porque cuando estaban cantando se dieron un beso en la boca y yo tenía esa foto. Le hablé a Franco Gómez, quien era el jefe de espectáculos, le dije que tenía esa foto, pero él me decía que no nos dejarían publicarla, y yo le dije que yo la tenía, que todos los demás también la publicarían, y logramos que la publicaran.
Así me tocaron otras portadas con Red Hot Chilli Pappers en la Plaza de Toros con una doble portada, eran logros para mí. Me tocó vivir esos momentos, ser parte de esa generación de periodistas que lograron romper esquemas entre todos, de ver desde otro punto a la palabra y a la foto.
NG: ¿Cómo fue renunciar?
EB: Me sentía con las manos en el cuello y no eran precisamente las mías. Me fui a Notimex, había un chico que se iría y le dije que me recomendara, porque si lograba entrar sabía que me tocaría cubrir futbol porque él era lo que hacía, era lo que más me interesaba.
No me importaba rebajar mi sueldo, pero era cubrir lo que quería. Al medio año de Notimex, alguien de Ciudad de México recomendó mi trabajo en deportes para entrar a Récord, que era el periódico que yo más seguía en ese momento.
Mandé mis fotos por mail, fui la entrevista en Ciudad de México, y me llevaron con el editor general de futbol, Víctor Edú. Después me llamaron y me dijeron que se habían enterado que yo era parte de un equipo de fotógrafos que se pasan fotos.
Cuando oí eso le dije que yo no era alguien de chismes, nunca me ha gustado esa parte, pero que yo no era de ese grupo, que si no me iba a creer en ese momento que no trabajaba para ellos, menos lo harían si trabajara con ellos, le dije que le agradecía la oportunidad, pero que no era lo que yo busca así. Me dijo que con más razón querían que trabajara con ellos, no sé si eso fue una prueba o una parte de una estrategia, pero a los 15 días ya estaba trabajando para Récord en Guadalajara.
NG: ¿Qué es lo que te gustaba de la fotografía deportiva?
EB: Es una foto que te exige mucha atención, estar presente completamente en el momento. La foto deportiva es muy expresiva y a veces me daba la impresión que era como tomarle al ballet, esa parte de los músculos, del sudor, la luz.
Tengo muy claras las fotos que veía de Henry Romero de Reuters, de Claudio Cruz de AP, vi una fotografía de Francisco Palencia peleando un balón con el uniforme de Pumas, en ese momento era más marcada la figura física del atleta, para mí esa foto me atrapó, esa estética, la exigencia que mostraban, era un desafío que quería ponérmelo y creo que logré trabajar a ese nivel.
NG: ¿Cómo era la relación de otros fotógrafos hacia el deportivo?
EB: Había algunos que veían a las coberturas deportivas como un castigo, era un pensamiento general y me daba risa porque cuando algunos me veían en el futbol me decían que si me habían castigado, pero yo era feliz ahí.
Comencé a conocer más a los que ya tenían carrera en esto como Víctor Straffon, Bernardo de Niz, Alberto Moreno, Gilberto Hernández, nuevamente solo eran hombres y yo otra vez era la única mujer en la cancha.
Eventualmente empezaron a llegar más compañeras como Paula Islas, Luz Vázquez, Maricarmen Galindo, entre otras que poco a poco iban a los entrenamientos y partidos, pero para mí era mi fuente titular, fue mi día a día durante 11 años.
NG: ¿En algún momento de decepcionaste de tu trabajo, del entorno?
EB: Yo no sabía entonces que esa parte sería final, pero en mi última etapa en Récord, no es que me diera la sensación de que pude haber hecho o dedicarme a otra cosa en mi carrera, pero no creí que me fuera a cansar físicamente tanto. Creo que fue una combinación de cansancio mental, físico y emocional, porque en el momento no te das cuenta de lo que está pasando con tu vida personal hasta que paras.
Mi cuerpo ya manifestaba cosas, estar mal de la columna, problemas intestinales, estar hospitalizada una vez; ahí es cuando empiezas a parar y sentir frustración, pero te das cuenta que todos los trabajos tienen y viven con eso porque somos humanos.
Nos enseñan a ser fuertes todo el tiempo, aguantar, entregar y ser perfectos, no te das chance de manifestar cansancio, a todo dices que sí y más si estás acostumbrada a desafiarte y yo lo logré, estuve en Récord, en 2005 me fui a Copa Confederaciones, en 2006 me fui al Mundial, hice muchos viajes en Copa Libertadores, viaje con muchos equipos como Chivas, América, Santos, El Real Madrid, Barcelona, vivía cosas muy chidas y no me cabía en la cabeza dejarlo, era en parte ego, pero no te das cuenta que pasa el tiempo, que estás dando frutos, pero también que estás pidiendo apoyo personal y no te lo dan, de guardias en las que no hacías nada, duré 11 años en Record y yo era de las que decía que no duraría más de dos años en un solo trabajo.
NG: ¿Cómo procesaste el cierre paulatino que tuvo Récord?
EB: Cuando me llamaron fue evidente que me iban a despedir, me dijeron que estaban haciendo un inventario del equipo y yo estaba de vacaciones, que necesitan los números de serie de mi equipo, pero yo tenía cosas que eran mías. La siguiente llamada fue de recursos humanos y yo ya iba mentalmente preparada para lo que pasaría.
NG: Quizá en ese momento los recortes en los medios no se percibían con tanta incertidumbre porque había quizá más opciones ¿Ante qué panorama te ponía un despido o cierre así?
EB: Creo que lo de Récord fue como una avalancha, creímos que todo estaba muy bien con nieve hermosa colocada en su lugar y se fue desmoronando. Para mí fui muy impactante, había secciones que se hacían desde Guadalajara, había departamentos completos, éramos un equipo de al menos 70 personas.
A mí me despiden en enero de 2015, pero durante todo 2014 el medio se fue deshaciendo hasta que me quedé trabajando desde mi casa, solo quedamos 3, dos fotógrafos y un reportero.
Como pasaba más tiempo en mi casa, me di cuenta de las pausas que había hecho en mi vida personal. Tenía entonces 36 años, no tenía novio, no era madre, nunca me había casado, me pregunté qué estaba pasando.
Me llegó una crisis personal y bastante íntima y me confronté a mí para saber qué quería hacer, ahí pensaba sobre lo que había elegido para mí, que qué bueno que años atrás me había tocado ir a coberturas cargando 20 kilos entre equipo y ropa en el Metro de París para alcanzar un avión, dormir en los aeropuertos, amarrarme el equipo a las piernas, que todo eso lo había vivido cuando tenía 26 años y que ahora eran 10 años después, empecé a ver a mi pasado.
Me di cuenta que estaba muy sola, mi familia estaba acostumbrada a no saber de mí, mis hermanos se habían casado y ya tenían hijos. De alguna manera yo se lo venía pidiendo al universo el poder parar y él me mostró mi realidad, el ladrillo en el que estaba parada se había convertido en un ladrillito que no me estaba dando estabilidad.
NG: Al llegar a este punto ¿Cuál era la lectura que tenías de tu propia fotografía?
EB: Llegué a un punto en el que la estaba haciendo de una manera muy automática, porque ya lo sabía hacer; ese desafío y exigencia se había convertido en zona de confort, sabía cuál era mi propia edición y la edición que me recibía, cumplía para ellos, para mí y el lector, desde mi forma de ver.
No creo que mi parte profesional se afectara, lo que me afectó fue lo personal, y eso me empezó a aplastar y eso se empezaba a ver reflejado en mi trabajo, porque cuando no estás cómodo con algo se refleja en todo. Sí me asusté cuando me di cuenta que todo se estaba desmoronando, que venía esa avalancha, pero sabía que lo del trabajo no estaba en mis manos.
No lo tomé personal porque me tocó trabajar con un gran equipo, del cual estoy feliz de haber pertenecido; lo que hicimos en Guadalajara y a nivel nacional fue la mejor época, no sé qué tanto contribuí, pero en lo deportivo Récord marcó diferencia y detrás vino mucha gente.
NG: ¿Qué decidiste hacer al verte sin trabajo?
EB: Decidí hacer lo más importante: ver qué estaba pasando con Eva como mujer que Eva profesional. Mi primera decisión fue ya no seguir en esto, ya no quería estar en un periódico. Estaba cansada de no saber qué era un sábado y un domingo libre, de no saber cocinarme para mí porque el refrigerador estaba siempre vacío. Me di cuenta que tenía una gran necesidad de atenderme a mí misma.
En ese tiempo ya practicaba yoga por mi columna vertebral y nunca había podido ir a un retiro de yoga porque siempre eran los fines de semana. Me corrieron un viernes y el domingo ya podía hacer lo que quisiera.
Mis amigos estaban preocupados, porque durante 14 años siempre me supieron ocupada, y pensaban que yo me iba a desmoronar, que no sabría qué hacer porque lo único que hacía era trabajar. Yo estaba muy relajada, necesitaba ser yo, afrontar ese momento. Desayunando con un amigo, al ir al baño vi un cartel de un retiro de yoga en la playa y me fui, empecé a practicar más, hacer cosas a las que les había puesto pausa, como una exposición de mis fotografías, estar más en mi casa, decorarla con fotografías.
NG: ¿Cuál crees que es la dinámica entre la mujer y la fotografía?
EB: Antes pensaba que si ibas a una exposición de fotografía no tenías porqué saber quién la hizo, si era hombre o mujer, porque me habían enseñado que nosotros solo éramos testigos, no actores del periodismo, ahora sé que sí es importante que se sepa que hay mujeres haciendo fotografía, y no porque nos cueste más o menos.
NG: ¿Qué puede aprender alguien interesado en la fotografía de Eva Becerra?
EB: Trataría de decirle sobre los errores que puede evitar, en el sentido de que no viva lo que yo viví, que se ahorre energía que puede perder, encontronazos absurdos, decepciones o llantos, porque en la fotografía también lloras, y no porque sea mujer, porque somos humanos, porque el cansancio también duele. Que si un día no te va bien, que si todos consiguieron una fotografía y tú no, también tienes derecho a que te duela, que también puedes fallar. Que siempre hay otro compañero que te puede enseñar y que no importan sus años de experiencia, si es hombre o mujer, de todo mundo puedes aprender.