5 MINUTOS DE FAMA: Fabricio Atilano

Ir por las calles, siempre a la búsqueda del momento oportuno, de lo inesperado, de lo que seduce instantáneamente a la mirada. Así transcurren los días de Fabricio Atilano, fotoperiodista de Guadalajara, quien a través de la cámara refleja la vida, los personajes que colorean a la realidad, de los hechos que cimbran a la ciudad entre el retumbe de una manifestación que exige justicia, entre el dolor de rostros que lloran la muerte y la violencia y también, de esos respiros de felicidad que puede transmitir un atardecer cualquiera.

Fabricio comenzó su andar en el periodismo sin imaginar el impacto que causarían sus imágenes, de las crudezas y bellezas que en muchas ocasiones pasan desapercibidas. Aunque ha sido doble ganador del Premio Jalisco de Periodismo en la categoría de fotografía (2015 y 2017), este jovencillo de bigotes risueños no queda conforme, aspira a lo grande, a que los instantes que se clavan en su mirada den la vuelta al mundo.

Los medios de comunicación y el rol que la fotografía tienen en tiempos en que las cámaras están al alcance masivo, han encaminado a Fabricio a fijar su propia postura sobre los compromisos que el fotógrafo debe cumplir, de la naturalidad y la honestidad con la que se debe ejercer este oficio.

Considerarse un rockstar de la imagen no es una prioridad, Fabricio antepone las emociones que el espectador despierta al ver cualquiera de sus fotografías, de aquellos que sin tener pizca de idea de técnicas y encuadres, quedan seducidos, se conmueven y se motivan a saber qué hay detrás de esa estampa.

NG: ¿Cómo fue tu primer acercamiento a los medios?

FA: Estaba estudiando en la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA) la carrera de Ciencias y Técnicas de la Comunicación y decidí hacer prácticas, quería conocer cómo era una redacción y llegué a «Milenio». Entré a la sección de cultura y ese tiempo estaba el editor Carlos Rosas y pasé de noche como a otros practicantes que no los ponen a hacer muchas cosas, solamente hacía una agenda de los eventos que habría en el mes, aún no hacía fotografía. Después hicieron una sección de agenda diaria en el impreso, me encargaba de buscar cinco eventos y hacer notas breves de eso, para mí no fue la gran cosa, no quedé con un buen sabor de boca.

Terminé ese periodo de prácticas y otra vez, antes de terminar la escuela, tuve la inquietud de regresar en «Milenio», quería estar en un medio antes de graduarme, mi intención era ver si esto realmente era mi vocación.

Una vez fue a la exposición de la fotógrafa Paula Islas en el Museo de Arte Raúl Anguiano (MURA) y redacté una nota de eso, tomé fotos y lo mandé al correo institucional de la sección de cultura en ‘Milenio’, diciendo que me gustaría colaborar, que ya estaba por salir de la escuela, que quería hacer algo más. Me respondió inmediatamente otro editor, Alfonso Rodríguez, me dijo que estaría encantado de que yo colaborara, que necesitaban a alguien, que mi nota la publicarían al día siguiente y así fue, vi mi nota con mis fotos.

Estuve como colaborador 8 meses sin que me pagaran, fue una etapa en la que aprendí mucho, mis notas las corregían y me decían en qué me equivocaba. Llegué al punto de ser como un comodín para otras secciones, sí me forje y confirmé mi vocación.

NG: Tus papás y hermanos están relacionados a la medicina, ¿por qué no seguiste esa línea?

FA: Mi hermano tenía un amigo, Iván García, quien era fotógrafo en «Público» y yo lo conocía. Yo era muy fanático de «Las Chivas» y veía que Iván tomaba fotos de los jugadores; mi hermano compraba el periódico y yo buscaba las fotos de Iván y cuando yo iba al estadio trataba de buscarlo y me emocionaba verlo, se me hacía algo muy chido, pero también veía que tomaba fotografías de otras cosas en las calles, en manifestaciones.

Yo pensaba que era algo padre, en cómo le hacía para estar en tantos lados a la vez y ahora lo entiendo, es una chinga, se me hacía algo mágico el estar en muchos lugares a la vez, que era un tipo de omnipresencia.

Ya empezaba a ubicar también fotografías de Rafael del Río, de Humberto Muñiz, yo seguía viendo el periódico solo por las fotos, de compañeros viejos lobos de mar con los que ya trabajo. También influyó que siempre me ha gustado «SpiderMan, Peter Parker», que es fotógrafo y me gustaba ese riesgo que mostraba para tomar una fotografía.

NG: ¿Cuál fue el detonante para que te atrapara la fotografía?

FA: Fue en la Cumbre de Naciones del Caribe en el Centro de Guadalajara en 2004, todo estaba cercado porque había globalifóbicos, hubo mucha violencia, muchos roces entre ellos y la policía. Viendo un noticiero vi ese desmadre, que estaban aventado piedras, los policías haciendo frente y vi a los fotógrafos y camarógrafos en medio de eso, pensé que estaba padre estar ahí cubriendo todo eso.

NG: ¿Por qué no te quedaste en Milenio?

FA: Hubo varias ofertas, a veces parecía que ya me iban a contratar y resultaba que no. Ignacio Reyes, fotógrafo, supuestamente se iría de «Milenio» a «El Informador» y resultó que tampoco pasó y me habían dicho que yo entraría en su lugar, yo me emocionaba y pasaba lo mismo que no.

Cuando yo entraría de lleno en fotografía en «Milenio» ya me estaban enseñando a editar, ya no estaba en cultura, estaba con Mariana Hernández y ella me enseñaba, hubo opciones de seguir en cultura, luego en «Ocio» o en comercial y todo se fue desanimando.

Después me enteré que había media plaza de fotógrafo en «El Informador», apliqué y me escogieron. Mi intención siempre fue acercarme a la fotografía, que me descubrieran y acepté entrar a Milenio por eso, para migrar a la foto.

NG: ¿Cómo imaginabas que era tomar fotografías en un terreno periodístico?

FA: Yo entré a «El Informador» sin saber nada, no tenía ninguna base. Mis fotos solo eran de tomar el atardecer, los arbolitos y objetos, eso me hacía pensar que tenía potencial para hacer fotoperiodismo. Cuando empecé en «El Informador», el entonces editor de fotografía, Alfredo García, a cada rato me regañaba, me decía que me faltaban fotos, que no había tomado lo importante, se me iban las fotos y pensé que me correrían inmediatamente, no tenía experiencia, pensé que no lo lograría, que esto no era lo mío, pero con eso aprendí mucho de mis errores.

NG: A tu inicio, ¿te sentiste arropado por los fotógrafos más experimentados?

FA: Me sentía muy intimidado, en ese tiempo no había tantos jóvenes y entré a «El Informador» con 23 años de edad el 11 de noviembre de 2013, yo estaba muy chico, estaba muy flaco, no tenía mi bigotillo, era un niño, casi todos los fotógrafos eran mayores de 30 años, para mí eran muy grandes, había gente de 30 o 40 años de experiencia.

Empecé a seguir a los fotógrafos que ya ubicaba, me sentía como un asistente. Yo siempre veía a Jorge Mendoza, pensaba, y lo sigo pensado, que su trabajo es muy chido, veía sus fotos en «Flickr» y pensaba que su trabajo era muy chingón, pero yo no sabía que él trabajaba en «El Informador» y un día llegué a la redacción y estaba él, así todo gigante, me era muy intimidante y cuando lo conocí supe que era como un pastelito, muy buena onda. Eso me dio mucha confianza, pensé que no todos serían duros conmigo, que no me verían feo o como una competencia más.

NG: ¿Crees que los fotoperiodistas son unidos?

FA: Aprendí que somos un gremio muy unido, que todos nos ayudamos, que si se nos va una foto o un momentos nos avisamos para que todos podamos tener esa imagen, eso me gusta. Al tiempo de que entré a «El informador» me gané el Premio Emisario en fotografía, pero también recordaba que cuando Ulises Ruiz se ganó ese premio todos hablaban de su foto, que todos tenían la misma imagen, que se lo había ganado porque le habían ayudado, que la foto no era tan buena, hubo muchas críticas gachas y pensé que eso sería igual conmigo cuando me lo gané, era la primera vez que yo participaba en esa convocatoria, fue con una fotografía de los enfrentamientos en San Juan de Dios, pero cuando me lo gané todos me felicitaban, que era algo muy padre.

NG: ¿Cómo fue ganar el premio?

FA: Fue en 2015 cuando me lo gané –con “San Juan sin Dios ni ley” y en 2016 fui jurado, me llamaron de la Universidad Panamericana porque entre sus planes de ese año querían que el ganador estuviera en el jurado.

Sí me la pensé mucho, no sabía qué haría, pensaba que yo no era nadie para ser jurado, pero lo consulté con algunos fotógrafos de experiencia y me dijeron que me animara, que así me podría dar cuenta de cómo estaban las cosas en los concursos, si realmente era una elección justa y después en 2017 volví a ganar el Emisario con “Tocar la fe”.

Esa segunda vez participé con fotografías que para mí eran muy estéticas, que eran bonitas, las de La Luz del Mundo. Yo estaba cubriendo una asignación en Puente Grande, ahí no te dejan entrar con el celular, al terminar y ver mi teléfono vi muchos mensajes de felicitación, no entendía hasta que llegó uno que era muy claro, que había ganado el Emisario otra vez, no me la creía.

NG: ¿Haber ganado estos premios te hacen buen fotógrafo?

FA: No quiere decir eso. Lo que me sirvió fue para ser más responsable, cuando me lo gané por primera vez recuerdo que al día siguiente me mandaron a cubrir una posada de unos muebleros en la que estaría una banda tropicana y el reportero me dijo ‘Ve, te ganaste un Emisario y a lo que te mandan’, pero yo pensé que a ninguna asignación la debes de demeritar por más sencilla que sea.

Pensaba que cómo el ganador de un premio como el Emisario llegaría tarde a una asignación, la que fuera, que cómo se atrevería después de eso a tomar una mala foto, a hacer su trabajo con flojera. Sentía que tenía esa presión de no fallar en las asignaciones porque tenía ese título, como si fueras el mejor fotógrafo de Jalisco, siempre traté de echarle ganas, era un estímulo para mí fuera de mi agenda, hacer más fotos en la calle.

Con el segundo premio sentía más peso encima. En 2016 no lo gané, me sentía liberado y después lo gané otra vez y regresó esa presión porque todos te echan carrilla entre bromas.

NG: ¿Cuáles han sido las coberturas más impactantes para ti?

FA: Asesinaron a unos policías en Tonalá, cerca de mi casa. Yo ese día estaba de descanso, escuché los balazos, me desperté y fui en chinga, llegué antes que los policías, tomé las fotografías con los policías muertos, me acerqué y después vi que los familiares estaban ahí, me sentí mal por tomar esas fotografías, estaban muy crudas con los policías sangrando.

Vi que las familias de los policías me estaban viendo y decidí borrar las fotos en ese momento, les dije perdón y me alejé. Esperé a que acordonaran la zona y me acerqué otra vez a tomar fotos. Me instinto de fotógrafo me hizo hacer las fotos, pero al ver a la familia me pregunté qué estaba haciendo ahí. A veces sigo pensando eso cuando otra vez hay policías muertos, me acuerdo de esa imagen y me siento mal. Ha sido de lo más difícil.

NG: La cobertura de los enfrentamiento de San Juan de Dios te dio el primer premio de periodismo, en momentos así ¿cómo sabes que puede resultar una buena foto habiendo tanto riesgo y violencia?

FA: Con el tiempo quizá lo haces de manera automática, sabes cuándo flexionar las rodillas para tener otros ángulos, levantas la cámara, vas buscando. La foto que más me gustó de esa serie fue una en la que los policías, después de que los comerciantes los corren, ellos van corriendo, algunos se agarraron de los brazos haciendo una cadena, se les ve la cara de miedo, como diciéndose entre ellos que no se suelten y al fondo se ve San Juan de Dios. En ese momento tienes que tener la capacidad de componer, medir la luz, la velocidad, el tiempo de la imagen, son momentos muy efímeros.

Los comerciantes estaban iracundos y yo seguía haciendo fotos, tenía el ojo en el visor y solo veía a través del lente. Escuché que empezaron a gritar que no tomara fotos, otro dijo que me quitaran la cámara, reaccioné que era el único fotógrafo en ese punto, creo que fui el primero en llegar, volteé y venían contra mí, corrí atrás de los policías, sentía que me metían el pie, pero no lograron tumbarme.

La adrenalina me hizo correr tan fuerte que alcancé a los policías, traía todo mi equipo, cámara, lentes, mochila, me estaban dejando los policías, no me dejaban subir a la patrulla, les rogué, les dije que era de «El Informador», hasta que arrancó la camioneta me pude subir.

NG: ¿En qué otros momentos te has sentido en riesgo?

FA: Hace tiempo me mandaron a un edificio donde mataron a seis personas, al día siguiente fui a tomar fotos de la zona, empecé a hacer las fotos y un tipo me preguntó que por qué estaba tomando fotos, que para qué eran, que me fuera. Me fui, pero me di cuenta que alguien más me estaba viendo, regresé la mirada y el tipo que me veía a lo lejos le decía a otro que me vigilara.

No sé cómo, pero cuando me subí al camión para irme ya estaba el tipo al que le habían dicho que me echara ojo, me dio mucho miedo, hablé al periódico para decir lo que estaba pasando, que estaba en tal lugar, que me sentía amenazado y a cómo están las cosas, me sentía en riesgo.

A veces tienes que ir a zonas donde no sabes a dónde te estás metiendo, si te ven con una cámara la gente piensa mal. Una vez fui al Salto, al vertedero de basura que se incendió, pedimos permiso para entrar y nos dijeron que no, llegamos por otro lado y un tipo nos encaró, que ya nos habían dicho que no tomáramos fotos, yo me sentí observado.

NG: ¿Cualquier persona con cámara es fotógrafo?

FA: Ahora con Instagram y redes sociales, el aplauso fácil se gana, es la era del ‘like’, hay muchos fotógrafos que por tener muchos ‘likes’ piensan que son los mejores, pero eso no es así.

Casi no me he acercado con otros fotógrafos para saber qué opinan de mi trabajo, pero sí creo que es necesario. Trato de practicar mucho la autocrítica sobre mi trabajo, pienso si esa foto que tomé podría estar publicada en un medio internacional, trato de pensar a lo grande, que si alguien en otra parte del mundo viera mi foto y se le haga chida, es como cuando yo veo una foto tomada en Japón y aunque sea algo de la vida cotidiana, la veo y pienso que está chida, hago ese ejercicio.

NG: ¿Qué hace que una fotografía sea mala?

FA: Dependen muchas cosas, de la riqueza visual del evento. Es como dice Cartier-Bresson, que hay eventos que te darán mucho, a donde voltees tendrás mucho que retratar, pero hay otras situaciones en las que te costará trabajo, eventos que solo alcanzan para ser una imagen informativa que no tienen mucha opción de composición, pero la fotografía siempre tiene que cumplir con requisitos.

Algo que le he escuchado mucho a Rafa del Río es sobre el analfabetismo visual, él dice que al igual que un texto que redactas, a la fotografía también la vas escribiendo. La fotografía es escribir con luz y también necesitas una sintaxis, un orden y ahora con el celular todos hacemos fotografías, pero no necesariamente son fotos que estén bien hechas, necesitas elementos que le den lectura y sentido, aunque también hay joyas en la fotografía móvil, hay perlas en ese mar de fotos, pero tú puedes darle otro sentido, no solo es picarle a un botón.

La sensibilidad de fotógrafo es muy importante, que se deje cautivar, que también pregunte, que haga vínculo de confianza con lo que toma, lograr que la cámara no sea intrusiva.

NG: ¿Cómo te consideras como fotógrafo?

FA: Trato de acercarme con la gente, les digo mi intención de tomarle una foto, de conocerlos, de saber al menos cómo se llaman, de pedirles permiso, que todo sea en un ambiente natural, que la gente siga haciendo sus cosas.

NG: Más allá de tus asignaciones, destacas por hacer fotografías de otro tipo, totalmente de calle…

FA: He conocido a muchos amigos en la calle, trato siempre de acercarme, pienso que muchas veces que a esas personas de la calle nadie les pregunta cómo están o cómo iniciaron en sus oficios y resulta que te cuentan historias con mucho gusto, como si fueras su nieto y eso está padre.

NG: ¿Cómo procesas emocionalmente las coberturas que son muy crudas, de personas muertas, golpeadas, accidentadas?

FA: Trato de encontrar el lado B a las cosas. Una vez hice una foto de dos personas en situación de calle que se están dando un beso, uno de ellos tiene su botellita de tonayan y se están dando un beso muy chido, quizá hay mucha gente que no se les acerca porque les pareciera algo irritante, pero este tipo de fotos es también lo que me gusta hacer, ese lado B, mostrar que esas personas también se enamoran, que se quieren, quizá los vemos como teporochitos, pero se quieren.

Una vez en Medrano, conocí a un chavo que entrena box, me acerqué para preguntarle de sus tatuajes, que si podía tomarle fotos y vi que tenía una lágrima tatuada en el rostro y se dice que eso es porque mataron a alguien, pero me contó que fue porque vio morir a su abuelito, que a pesar de verse muy rudo también tiene su corazón, son historias que sin saber uno juzga.

Trato de que mis fotos rompan los estereotipos sociales. También una vez conocí a un hombre que estaba en una situación difícil, que rentaba un cuarto por 100 pesos y un día me invitó una pizza, le pasé mi número y a veces me marcaba de teléfonos públicos para saludarme, llamadas de un minuto y eso es bonito, me dijo que era su mejor amigo. Esto es lo que me ha regalado la fotografía.

NG: ¿Cuál crees que es la percepción que se tiene del fotoperiodista?

FA: A veces creo que sí nos tratan como un género menor, a veces solo nos dan poco tiempo para hacer la fotografía, una entrevista como reportero puede durar siete minutos, pero como fotógrafo a veces no te dan ni 30 segundos y ya es tu problema si salió bien o no, no te dan ese valor.

Hay reporteros que se expresan de ti como ‘su fotógrafo’, que eres de ellos. A veces tus amigos piensan que ser fotógrafo es muy fácil, se les hacen chidos los eventos a los que vas, pero no saben que detrás de eso, jornadas de trabajo muy largas, que también hay sacrificios y esfuerzos, más cuando estás en la calle.

NG: ¿Cuándo es pertinente editar una fotografía?

FA: La fotografía es un fragmento de la realidad, no puedes quitar o alterar algo que no te parezca, no puedes solo mostrar un lado, tienes que mostrar todas las caras de lo que está pasando, incluso, en la edición, se pueden hacer recortes que quiten una parte de la foto y eso cambia totalmente el contexto.

Creo que la foto debe ser natural, sí hay ajustes de iluminación, brillo o cositas así que no puedes hacer en el momento, pero nunca alterar su contenido para hacerla más dramática, eso es trampa.

Todas las fotografías son cortesía de Fabricio Atilano. Sigue sus cuentas de Instagram:

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Norma Gutiérrez

Desde 2009 soy reportera. Soy dramática por gusto propio y le doy vueltas hasta el cansancio a cada problema.

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En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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