5 MINUTOS DE FAMA: Don Jaime García Elías

Si hay alguien de quien aprender sobre periodismo es de Jaime García Elías, quien aunque es nacido en Michoacán, en Jalisco ha forjado una carrera incorrupta sobre el oficio de hacer preguntas, relatar lo atestiguado y siempre buscar dar esa información extra que atrae al lector y lo sumerge en una crónica capaz de trasladarlo a una experiencia vivencial a través de las letras.

Entre las tintas de los periódicos impresos, la palabra siempre fina y oportuna en los micrófonos de la radio y la inmediatez de las plataformas digitales, Jaime García Elías se ha convertido en un referente –a lo largo de 50 años de trayectoria- de la veracidad, del comentario y análisis estudiado sobre lo que mueve a la sociedad, desde desmenuzar las calamidades de la política, el recrear los claroscuros de un recital dispuesto al fracaso y seguir con lupa el trayecto de un gol que marca el triunfo y consagración de un futbolista.

Don Jaime –como nos permite referimos a él-, siempre nos mantiene a la expectativa de aprender algo nuevo sobre el oficio del reportero al toparlo en cualquier tarde en los pasillos de la redacción. Es de esas personas que endulzan el oído con su experiencia, siempre amable al tratar de responder las curiosidades e inquietudes que a uno se le ocurren sobre este oficio o de la vida.

Fotografía: Norma Gutiérrez.

No es que uno sea lisonjero con Don Jaime, pero es imposible guardar en silencio la admiración que despierta, el querer saber más sobre su desarrollo como periodista y el sentirse agradecido con la vida por conocerlo, mucho o poco, pero podría asegurar que muchos, tanto reporteros, lectores y radioescuchas, han quedado marcados de alguna manera con su trabajo, con esa capacidad de hacernos ver lo obvio y que en ocasiones desconocemos sobre nuestro entorno.

Antes de llegar a Guadalajara, Jaime García Elías transitó entre Uruapan, Morelia y Pátzcuaro, y al quedarse en la Perla Tapatía encontraría el camino abierto para potencializar esos primeros pasos que dio en pequeños periódicos deportivos y que después lo llevarían a escribir crónicas para la historia, relatos que todo aficionado a la lectura -o en un intento por seguir sus pasos- debería leer para saber si uno realmente nació para esta labor.

Próximo a celebrar 75 años de edad, Don Jaime García Elías, sigue ahí, de frente a la computadora escribiendo sus columnas “A propósito”, “Ideas”, “Contrapunto” y “Entre veras y bromas” con la misma pasión, paciencia y exactitud con la que empezó a los 24 años de edad de manera profesional en los medios de comunicación.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

Norma Gutiérrez (NG): ¿Cómo inició en el periodismo?

Jaime García Elías (JGE): El primer acercamiento que tuve fue con los periódicos. Los únicos medios de comunicación que existían en ese tiempo y a los que tenía acceso eran la radio y los periódicos, mis padres eran muy aficionados a ellos. Teníamos suscripción al periódico Excélsior, me acostumbré desde muy pequeño a verlo en casa y comenzar a leerlo fue un paso, quizá yo tenía unos 10 años de edad.

En la escuela, en los trabajos que tenía que hacer en materia de literatura, comenzó a manifestarse que tenía cierta facilidad para escribir y empezaron a invitarme a escribir en periodiquitos escolares, luego en otro periódico deportivo de Morelia en el que hice algunas entrevistas que se publicaron.

Me vine a Guadalajara en 1960 y seguí en periódicos escolares en el Instituto de Ciencias y en 1963 comencé a colaborar en el Semanario La Época (ya desaparecido), que era muy prestigioso y con bastante difusión en Guadalajara. Después me dieron una beca para entrar al Instituto Pío XII (hoy UNIVA), la segunda escuela de periodismo que hubo en Guadalajara, porque la primera fue la Universidad Femenina.

En 1965 me clavé de manera profesional en el periodismo y abandoné la carrera de Derecho que llevaba paralelamente y me dediqué exclusivamente al periodismo. En 1967, cuando el periódico El Informador estaba cumpliendo 50 años me invitaron a entrar, inicié principalmente en la sección deportiva, después de me retiré cuando se fundó El Diario de Guadalajara, donde estuve por 13 años. Después me fui a Notisistema durante 34 años, y en 1988 me invitan nuevamente a El Informador como columnista.

NG: ¿Cómo era el ambiente del periodismo de la ciudad?

JGE: Tuve una gran fortuna, era un ambiente extraordinario con mis compañeros de trabajo. En El Informador tuve mucha suerte con quienes fueron mis jefes y compañeros de entonces como Enrique Aceves “Latiguillo”, quien era el jefe de deportes; Don Ignacio Gutiérrez Hermosillo “Pelusa”, quien era el jefe de redacción, también estaban Víctor Hugo Lomelí, Luis René Navarro (EPD), Javier Medina Loera y Óscar Torres, y en la sección de deportes con Jesús González Martín, quien tuvo un puesto efímero en el periodismo, pero fue muy importante en esa etapa.

En el periódico siempre encontré un ambiente muy limpio, sano, de mucha ayuda. Cuando se habla frecuentemente de la grilla que tienen que soportar los periodistas, puedo decir con entera franqueza que de ninguna manera fue mi caso, no tengo ningún mal recuerdo de mis primeros años en el periodismo.

En 1968, un año después de que entré, me dieron un espaldarazo formidable porque se celebraran los Juegos Olímpicos en México y por razones de carácter técnico la plaza de León estaba mal cubierta y me mandaron a esa sub-sede. Mis primeras crónicas firmadas en El Informador datan de ese tiempo, de ahí en adelante, a mí modesta manera de ver las cosas, ha sido un crecimiento en el que las cosas se me han acomodado para que, en la medida que iba madurando como persona y periodista, se abrieran nuevos caminos.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿La fuente deportiva era lo que más le atraía?

JGE: Me gustaba y me sigue gustando el futbol, sigo asistiendo a los partidos y escribiendo sobre ello, era una de las facetas que más me agradaban, pero no era lo único. Recuerdo que José Luis Álvarez del Castillo, quien era sub-jefe de redacción en ese tiempo, cuando le platiqué de las aficiones que tenía y que también me gustaba la música clásica, me dijo que ‘zapatero a sus zapatos’ y me asignó en deportes, pero curiosamente al paso del tiempo en esta etapa actual que comenzó en 1988, me invitaron a escribir notas de los conciertos y hasta la fecha lo sigo haciendo, así que el zapatero sigue dedicado a los zapatos, pero también a hacer otras cosas.

NG: ¿Cómo era su dinámica de trabajo como reportero?

JGE: Me tocó ser de los pioneros en la cuestión reporteril relacionada con deportes. Veía que había una laguna dentro de los periódicos de Guadalajara, la gente que escribía en los periódicos hacía notas de escritorio, no iba a las canchas de entrenamiento.

En ese tiempo -antes de los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial del 1970- éramos quizá unos cuatro reporteros jóvenes que íbamos a las canchas de entrenamiento y entrevistábamos a los entrenadores, directivos y jugadores, eso me permitió navegar en un área que estaba prácticamente virgen en el periodismo de Guadalajara.

Cuando me invitaron a escribir en el periódico me pidieron que llevara notas de prueba y entregué notas reporteadas, antes de que me contrataran mis notas de prueba se publicaron en el periódico y algunas de ellas fueron notas principales, fue una suerte bárbara (…) veo que a diferencia de lo que sucedía en ese tiempo, ahora está saturado de reporteros.

Sin ánimos de ofender, diría que está atascado de reporteros, son cantidades incontrolables que ha llevado a los equipos profesionales de futbol a poner restricciones que impiden el ejercicio del periodismo de la manera en que yo pude hacerlo en aquella época. Cuando charlo con los muchachos que están en el área de deportes y me cuentan de las vicisitudes que tienen, que no los dejan entrar a los entrenamientos y limitaciones para realizar entrevistas, de una vigilancia que llega a ser policíaca y persecutoria por parte de la gente que maneja las oficinas de prensa de los clubes, cosa que antes no existía, llego a la conclusión de que no los envidio en absoluto.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿Qué significa para el reportero el tener o lograr una nota exclusiva?

JGE: Una exclusiva puede ser consecuencia de un azar. La exclusiva depende muchas veces de filtraciones que recibe el periodista, pero también creo que muchas veces se desvirtúa el concepto de la palabra exclusiva.

La exclusiva no es solamente la entrevista o la nota que solo tú tienes, se supone que debe ser algo que tenga un plus, un valor importante adicional por la prominencia del entrevistado, por la relevancia de la información. Dudo que merezcan una etiqueta tan elegante y apreciada muchas de las cosas que se publican como tales.

NG: ¿Qué experiencias tuvo en este sentido?

JGE: De las que recuerdo fue en el mundial del 1970. El primer día de la concentración de los jugadores de la selección brasileña en el parador San Javier, en Guanajuato, yo había concertado una entrevista desde antes con Hércules Brito Ruas, al llegar había muchos periodistas brasileños y mexicanos, pero no las cantidades que ahora van a los mundiales.

Cuando estábamos platicando Brito y yo, llega Pelé y se sienta con nosotros y empezamos a platicar con él. Aquello terminó en una entrevista con Pelé, yo no llevaba grabadora, llevaba una libreta y la agarró Pelé, se quedó con ella en las manos y se puso a garabatear conforme estaba platicando, estuvimos así dos horas. Terminamos la entrevista y el jefe de la delegación brasileña reúne a todos los periodistas y les notifica que no habría exclusivas con Pelé, solo habría una colectiva a la semana durante este campeonato, pero yo ya la tenía, me cayó del cielo.

Un tipo de un periódico italiano se dio cuenta de que yo estaba platicando con Pelé, me preguntó qué haría con la entrevista y le dije que publicarla quizá hasta en siete capítulos de tres cuartillas cada uno, me dijo que me la compraba y así fue, así que la publiqué en el diario que estaba en ese tiempo, en Ovaciones en México, donde yo también era corresponsal, fue una exclusiva totalmente fortuita.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿Qué es lo más complicado de una crónica deportiva?

JGE: Básicamente tiene que cumplir con la función específica, una crónica entendida como el relato pormenorizado de hechos de los que el cronista es testigo. En la actualidad, con la competencia que tienes de los medios de comunicación, la crónica que publicarás en el periódico de mañana o en la versión electrónica del mismo día, cuando la escribes ya no es noticia, ya todo el mundo sabe exactamente qué es lo que pasó.

El verdadero valor de una crónica deportiva periodística está en la riqueza de conceptos que tú le pongas para dar a entender que, independientemente de los hechos como goles, quién lo anotó o el minuto en que sucedió, sirva para enriquecer y adornar un poco cómo se dio el partido, qué hay detrás de todo eso.

Es un trabajo que está entre lo periodístico y lo literario. Aquí regreso al desdén que hay por parte de muchos de los jóvenes que se dedican al periodismo. La crónica del día de mañana la leerá gente que ya sabe cómo quedó el partido, no tiene caso que le digas eso porque ya lo sabe, ese algo más está en tu imaginación, aunque esto significa que de ninguna manera vas a desvirtuar la información, tienes que encontrar algo que le aporte un plus a la nota.

NG: ¿Cuál es la cobertura más complicada que experimentó?

JGE: De la que tengo un excelente recuerdo fue en El Informador y no fue deportiva. Fue cuando estuvo Luciano Pavarotti en Guadalajara y presentó un recital. Yo fui durante toda su vida admirador de él como cantante de ópera, pero cuando me tocó escucharlo en el Liceo del Valle, él era una ruina en su voz, independientemente de que en esos días había llovido y probablemente las condiciones atmosféricas no ayudaban, pero categóricamente era una ruina su voz.

Yo tenía que hacer la nota ese mismo día, regresé a escribirla en la noche después del recital y me preguntó la entonces jefa del área de Artes, Ana Guerrero Santos, que cómo había estado el recital y dije que fue un desastre, me preguntó qué haría, y yo respondí que había que decirlo.

Por las relaciones de la gente del periódico con quienes habían contratado a Pavarotti, se veía que sería un golpe muy duro al ser una crítica negativa y adversa, sin embargo, se publicó.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿Cómo fue ese proceso de escribir esa nota?

JGE: La nota la encabecé haciendo alusión a una anécdota de una cantante de ópera, Renata Tebaldi, a quien una vez un periodista le preguntó que porqué ya no cantaba y ella dijo que prefería que le preguntaran que por qué ya no cantaba a que por qué seguía cantando.

Contra todas las reglas, porque se supone que la cabeza de una nota no debe estar en signos de interrogación, la cabeza de mi nota fue ‘¿Por qué sigue cantando, Luciano?’, y supe que cuando él (Pavarotti) vio los periódicos al día siguiente de la presentación, esa nota fue la que leyó.

Para mí fue muy difícil, porque era tocar la sensibilidad de los directivos del periódico muy relacionados con la gente que trajo a Pavarotti, era ir contra mis propias emociones, yo era admirador declarado de Pavarotti, pero tenía que decir la verdad.

Para mí fue uno de los momentos en que disfruté más esta carrera, me sentía en la cuerda floja porque no sabes exactamente qué vas a decir y cómo, pero al final de cuentas quedé muy satisfecho.

NG: Se dice que el periodista no debe ser amigo de los entrevistados, de las fuentes de información…

JGE: Sí se puede. Afortunadamente tuve muchas experiencias de este tipo, Pavarotti no era mi amigo, pero en lo interno yo sabía la admiración y afecto que tenía hacia él. Me tocaron otros episodios en los que hubo que escribir alguna nota muy crítica, como una dedicada a Mauro Ramos de Oliveira, cuando fue entrenador del Jalisco, a quien le tuve una gran admiración y aprecio como persona con una amistad extraordinaria, sin embargo, sabía que mi deber era decir las cosas con toda la franqueza y crudeza que había que hacer.

En el caso de otro funcionario público muy importante, en mi carrera radiofónica, hubo una situación un tanto delicada y grave que se presentó en Guadalajara y tuve que hacerle una entrevista al día siguiente del suceso. Recuerdo que le dije, ‘arquitecto, la entrevista no será nada amable’ y me dijo que él lo entendía, que yo cuidara mi chuleta y él la suya y tan amigos como siempre.

También hubo casos con prominentes hombres de la vida pública, ambos gobernadores, con los que tuve necesidad de decir las cosas con una crudeza que a veces duele, pero al final del cuento, lejos de deteriorarse la relación personal, yo diría que se robusteció.

Todo depende, quizá, de la manera en cómo digas las cosas, el hecho de ser veraz y sincero no significa que tengas que ser descortés o agresivo. Si las cosas se dicen con valentía y respeto, creo que todo es posible.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿Cómo fue la experiencia de estar en la radio?

JGE: Me invitaron a participar en la televisión en el Canal 58 cuando se cerró un paréntesis en los que durante varios años no se transmitía por radio el futbol en Guadalajara. Cuando ese paréntesis se abrió nuevamente en 1974, me invitaron a participar como comentarista.

Yo no había tenido ninguna experiencia en la radio, sinceramente no me sentía apto para abordar esa faceta, me sentía muy limitado en la expresión verbal, escribiendo me defendía, pero hablarlo es diferente. Sin embargo, tuve la fortuna de que me dieron luz verde, entré por 8 años y luego me fui a Notisistema con el ánimo de dar otro salto en mi carrera, dejar un poco la parte deportiva y empezar más de lleno en información general, yo tenía 34 años de edad.

Entré a Notisistema y al poco tiempo me dieron la función de ser locutor en el programa matutino, que fue el estelar en «Radio Metrópoli», ahí estuve 34 años y fueron plenos y llenos de experiencias positivas en todos los aspectos.

NG: ¿Qué le gusta del periodismo?

JGE: El periodismo ha sido mi vida. Si reencarnara, probablemente otra vez sería periodista, porque hay cosas con las que me quedé frustrado y que quizá trataría de abordar.

Recapitulando cómo se fueron dando las cosas y cómo se han dado hasta la fecha, y que a mi edad pueda seguir ejerciendo el periodismo con la misma emoción, creo que me siento realizado. De ninguna manera pretendo haber hecho una carrera brillante ni ejemplar ni modélica, simplemente se me dieron las cosas para hacer una carrera que me ha dejado satisfecho.

No me gusta el desapego que hay actualmente a los dos elementos más importantes del periodismo, la profundidad y la parte investigativa de una nota, el descuido y desdén absoluto que hay muy notorio por el manejo del idioma, algo que tiene el añadido de que los lectores tampoco, por lo que infiero, tampoco lo valoran gran cosa, les da lo mismo a que se escriba bien o se escriba mal. Se tiene una tolerancia imperdonable a situaciones que en antaño eran imperdonables.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.

NG: ¿Cómo ha cambiado la formación del periodista en las escuelas?

JGE: Ahora estoy desconectado de las escuelas, pero durante más de 20 años fui maestro en la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA) y participé en diplomados en el Museo del Periodismo, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores (ITESO) y la Universidad Autónoma de Nayarit, en donde tuve bastante experiencia en materia de periodismo.

Una de las acciones positivas que podían llevarse a cabo en aquel tiempo, es que los maestros eran periodistas, y como dijo alguna vez un alumno japonés que tuve en el Museo de Periodismo: ‘periodismo de carne y hueso, como leones de zoológico’.

La teoría hay que conocerla y estudiarla, pero muchas de las experiencias las aprendías en el curso de la práctica. Percibí en alguna época que en las escuelas de periodismo empezó a privilegiarse la presencia de maestros teóricos de las ciencias de la comunicación, pero que no aterrizaban la teoría en el terreno de las necesidades que tienes que solventar todos los días para presentar tus notas.

Por otra parte, me parece que, independientemente de la actitud que tienen los maestros de periodismo, se ha privilegiado demasiado a la tecnología en detrimento de elementos más esenciales del periodismo como es la profundidad de la información si es que se busca realizar un trabajo analítico e investigación. El otro aspecto, no menos importante, es la calidad literaria con la que en aquel tiempo era menester hacer las notas.

NG: ¿Qué hace falta en las nuevas generaciones de reporteros?

JGE: Mis últimos años como maestro fueron desmoralizantes al ver la poca preparación de los muchachos con asuntos que deben ser básicos en el trabajo de un periodista: el descuido y desinterés por tratar de utilizar un lenguaje más pulido y elegante sin que eso dificulte la comprensión.

Creo que la norma suprema que había en mis tiempos para el periodista se condensaba en una frase de la escuela escolástica: ´Pensamiento claro y expresión correcta’, y creo que en la actualidad las dos cosas están muy descuidadas sistemáticamente en beneficio de la tecnología, ahora es tratar de tener acceso a las redes, de tomar muchas veces información que no está bien fundamentada, documentada y sólida, información muchas veces trivial y que no pasa por un análisis más riguroso como el que había por parte del reportero en primera instancia y de los jefes que revisaban el material a publicarse.

Imágenes: Hemeroteca El Informador.
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Norma Gutiérrez

Desde 2009 soy reportera. Soy dramática por gusto propio y le doy vueltas hasta el cansancio a cada problema.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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