María Marcos

¿Qué sería de nosotros sin nuestras abuelas? Sabias, fuertes, amorosas.
¿Qué sería de nosotros sin nuestras abuelas? Cómplices, cálidas, bellas.
¿Qué sería de nosotros sin nuestras abuelas? Compasivas, defensoras, regañonas.

Con este escrito no busco santificar la figura de las abuelas, no me va, porque como todo ser humano son imperfectas, tienen dudas, miedos y problemas por resolver, pero son los seres más leales, humanos y amorosos que conozco, bueno… debe haber muchos tipos de abuelas, pero la que me tocó a mí, ha sido la mejor que pude tener, se llama María Marcos.

Mi mamá María tenía 36 años cuando yo nací, la edad que ahora tengo yo. Fui su roomie desde que tenía 15 años y hasta los 28 cuando me independicé, y ahora que no está me ha dejado un vacío enorme. Murió un 30 de julio del 2021, apenas 15 días después de que yo había llegado a los 36. ¿Destino o casualidad?

Nunca había entendido el significado de una pérdida hasta hoy. Había sido afortunado en no pasar por ese proceso de dolor de despedirme de alguien. Mi mamá María fue y es una de las mujeres más importantes de mi vida. El llanto ha aparecido en varios momentos de manera inesperada desde que la vi por última vez, es algo que no puedo controlar de momento. Tal vez a algunos les parecerá excesivo que publique tanto sobre ella en redes sociales, pero es que quiero que se enteren los que me aprecian de todo el amor que nos teníamos.

Mi abuela, no sabía ser abuela hasta que llegué yo, su hija era una niña de 17 años aprendiendo a ser mamá, eran los años 80 mientras Amanda Miguel cantaba “El me mintió” y Yuri “La maldita primavera”, el melodrama ha sido parte de mi vida y las mujeres que me criaron abonaron en ello, pero también se escuchaban Los Bukis, Los Yonic’s, Los Mier y Los Caminantes, las bandas favoritas de mi mamá María. Todos vivíamos en el barrio de Las Juntas, allá donde se une el olor de las carnicerías, con las vías del tren y los borrachitos que se vuelven vagabundos, una mezcla de olores que sigue impregnada en mis recuerdos.

Mi mamá María nació en Zacatecas, en un contexto rural, fue la menor de sus hermanos, hasta que su mamá decidió tener otra vida y otra familia, así que María Marcos pronto se tuvo que ir a Guadalajara para vivir con su hermano mayor que ya se había casado y ayudarle en las labores del hogar a su cuñada, que aunque era algunos años mayor que ella, ambas eran unas muchachitas, supongo ya era la década de los 60.

Para la época, las mujeres se casaban jóvenes y mi mamá María no fue la excepción, llegó Jesús Rodríguez y se quedaron en la misma cuadra a hacer su vida de pareja. Si mis tíos y tías leen este texto, tal vez se encuentren errores de continuidad, les ofrezco una disculpa, son los recuerdos que tengo de momento sobre la vida de mi mamá María.

La vida no fue fácil, menos para nosotros que venimos de los barrios populares de Tlaquepaque, nunca nos faltó la comida ni el trabajo, tampoco los gustitos, pero sí vivíamos al día. Mi papá Jesús y mi mamá María tuvieron cinco hijos, mi mamá es la mayor.

Mi abuelo, como macho mexicano que era, pronto cayó en el alcohol y sus arranques agresivos le hicieron la vida imposible a mi abuela, a mi mamá y a mis tíos, la violencia doméstica de repente era el pan de cada día, golpes, humillaciones y faltas de respeto no faltaron, pero la gente se cansa y tiempo después mi mamá María lo dejó, no tengo certeza de ese lapso de tiempo, pero creo que para cuando yo nací –en 1985– mis abuelos ya no vivían juntos, tengo recuerdos muy vagos de que cuando niño, mi mamá nos lleva a visitarlo a una vecindad, era muy fumador, y me gustaba verle la piel morena, que además estaba muy bronceada porque entiendo toda su vida trabajó, hasta que enfermó, pero esa es otra historia.

Mi mamá María, entiendo trabajó como empleada de servicio y como niñera, cuando yo llegué a este mundo según recuerdo se desempeñaba ya como costurera. Cuando mi hermano Adrián y yo teníamos entre 6 y 7 años, respectivamente, nos llevaba a su trabajo, a una maquiladora del Centro Histórico de Guadalajara, en la calle San Felipe, le decían “la abuelita joven”, debía tener 41 o 42 años, sí lo era.

La mayoría de las trabajadoras eran mujeres solteras muy guapas de su misma edad, algunas más mayores, pero cuando íbamos mi hermano y yo, éramos los más consentidos, me acuerdo con mucho cariño de Martha, Margarita, Laura, Ofelia y “La Chiquis”, también de don Luis, Lucio, Mundo, don Jorge, y Ciro, el dueño.

En ese tiempo mi mamá nos vestía iguales a mi hermano y a mí, y mi mamá María nos hacía la misma ropa a ambos, también para no pelearnos, como eran los 90, el rap estaba de moda y nos hacia nuestros “pantalones raperos”, bueno, así les decíamos nosotros.

Recuerdo que me gustaba verla maquillarse, de hecho yo le elegía su ropa: “ponte esto mamá María”, le decía, y sí me hacía caso. Mi abuela siempre fue muy vanidosa, incluso murió con las uñas pintadas de verde fluorescente, qué dicha tuve de acompañarla en sus últimos minutos de vida, de repente me sentí como en un capítulo de una serie de televisión, solos ella y yo esperando a que la muerte se la llevara definitivamente. Uno a veces cree que la muerte es como Flash, que rápido llega y rápido se va, pero a veces se toma su tiempo, y la despedida de mi mamá María fue un proceso de 20 minutos, hasta que poco a poco se fueron extinguiendo sus signos vitales, y ahí estaba yo con ella, sosteniéndole la mano con sus uñas verdes fosfo-fosfo, esa imagen ya no se me va a ir de la mente.

Bueno, mi mamá María era una mujer muy jovial, le encantaba contar chistes e irse a bailar con sus amigas a los centros nocturnos del Centro y también ir a bailar al Río Nilo las rolas de Bronco y de las bandas que ahí se presentaban. Como era una mujer muy guapa, tuvo sus galanes, uno en especial tenía varo y en las fiestas infantiles visitábamos su casota y éramos los más contentos porque los bolos de dulces traían puros dulces caros, me acuerdo de las “patatinas” que estaban de moda en ese momento, ahí por 1993.

Mi mamá María fue una abuela presente en todo momento, me daba dinero, me compraba mis regalos, iba a mis eventos escolares, siempre había vivido con ella, a veces temporadas largas y otras cortas. Pero cuando entré a la preparatoria, mis papás se fueron a vivir a Tlajomulco y con el permiso de ellos me quedé a vivir en su casa en Juan de la Barrera, casi llegando a Las Pintas. Recuerdo que una vez no tenía para pagar la colegiatura de la carrera y me dio sus joyas para empeñarlas, eso no lo hace nadie por ti más que una abuela.

Mi mamá María tuvo un derrame cerebral en el 2005 y no volvió a ser la misma, gracias al universo la tuvimos muchos años más y aunque su chispa jovial se había ido en ese momento de su vida, poco a poco, volvió a ser una mujer funcional. En esos momentos pensábamos que no la iba a librar, pero siempre nos demostró que es una mujer muy fuerte.

Recuerdo que entrando en mis veintitantos, cada que me iba de parranda, siempre me esperaba con un café, una vez se asustó tanto porque llegué pedísimo, que ya me quería llevar a urgencias, pero le dije: “nada más voy a vomitar y déjeme un café cargado y se me pasa”, y funcionó. Ahora que lo pienso, que injustos somos a veces con nuestros padres y abuelos que nos quieren tanto y prefieren no dormir para esperarnos.

Mi mamá María siempre fue una mujer autosuficiente, todavía jubilada y pasando los estragos de la diabetes y la presión arterial, seguía siendo un soporte importante para sus hijos y nietos. Cuando muere alguien siempre tendemos a vanagloriarlos, pero de verdad que ninguno de nosotros –los integrantes de su familia– jamás podremos decir que fue una mala madre o una mala abuela, siempre fue la más amorosa y compasiva, me daba mis besotes cada que me veía, siempre me decía “cabroncito” o “Enri” y cada que la hacía enojar, “¡Enrique!”. Nunca le gustó que le dijéramos “abuela” porque se sentía vieja, decía, por eso siempre fue nuestra mamá.

Al ser una mujer muy movida, cuando ya no pudo desenvolverse como antes, también se deprimió, pero nunca dejó de ser esa mujer luchona y cariñosa, tanto que mis sobrinos –los hijos de mis hermano y de mis primas– así de chiquitos como están, lloraron desconsolados con su partida, fue una mujer que nos dejó una huella muy grande, y no tengo otra manera de homenajearla que contándoles parte de la historia que viví con ella.

Te voy a extrañar muchísimo, mamá María.

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Kike Esparza

Soy un periodista apasionado del cine, la música y la moda. Tengo una obsesión por contar las horas y estornudar una y otra vez cuando tengo que tomar una decisión. Quiero ser como Carrie Bradshaw.

RosaDistrito

En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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